Entre los poetas españoles que cobraron protagonismo en la década de los cuarenta (aunque en este caso solo en los folletos de periodismo), Manuel González Sosa ocupa sin duda un lugar único. Sus primeros poemas maduros vieron la luz, de hecho, a mediados de la década mencionada (había debutado con el soneto El viejo molino, publicado en Diario de Las Palmas el 1 de mayo de 1939). Sin embargo, no fue hasta muchos años después, en 1967, que decidió recopilar algunos de sus versos en un libro. Escritores y artistas, ¿deben ser estudiados y encuadrados históricamente según el momento en que dan a conocer sus libros, exposiciones y estrenos o, por el contrario, lo que debe contar, en primer lugar, es su período de formación, es decir, fase durante que aprenden los fundamentos de su arte, comienzan a asimilar las lecciones de sus maestros, toman sus primeras decisiones creativas y desvelan los inicios de su ingenio?
Ambos momentos son sin duda importantes, pero parecería que, en el caso de Manuel González Sosa, la distancia entre una fase y la otra plantea interrogantes de difícil respuesta. Desde el punto de vista generacional, su ascenso no es otro que el primero de la posguerra. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que -como señalé en otra ocasión- el citado desfase marca de forma decisiva no solo la recepción de la obra de González Sosa, sino también su ubicación cronológica. El caso se complica si recordamos que la mayoría de sus publicaciones también eran confidenciales. Su «caso» como escritor, podría decirse, se aparta de las categorías convencionales. Tu perfil es, en definitiva, único o casi único.
Con la llegada de una fecha tan importante para la posteridad de cualquier creador como el primer centenario de su nacimiento, hay que tener presente lo que acabo de esbozar o resumir sobre la transmisión de una obra que, como la que aquí nos ocupa, resiste un esquema fácil. Lo primero que se impuso en un evento tan importante fue, sobre todo, publicar la obra poética de Manuel González Sosa de forma coherente y unitaria. Afortunadamente, él mismo -bajo la etiqueta general de A pesar de los vientos, que ya había utilizado para una breve antología publicada en 1977- se comprometió a encargarla a partir de 1992, comenzando con una reedición ampliada de su primer libro, Sonetos andariegos (1967). , al que siguieron en años posteriores Cuadernoamericano (1997), Paréntesis (2000), Tránsito a tientas (2002) y Contraluz italiano (2004). Todas fueron ediciones irregulares, siempre limitadas a una edición de 100 ejemplares y de carácter no comercial. ¿Fue esta la mejor manera de hacer llegar este trabajo a los lectores interesados? La decisión del autor, como sabemos, respondía a un designio o imperativo ético según el cual la escritura -su propia escritura- estaba en realidad inscrita al margen de la situación cultural e histórica en la que tenía que vivir.
Pero tal actitud no era – no tenía que ser – necesariamente la de sus lectores. Con el convencimiento de que la poesía de Manuel González Sosa merecía una mayor difusión, se pudo adoptar una posición muy diferente: reunir en un solo volumen, y en una edición regular, toda su obra poética. Este libro, de hecho, vio la luz en 2013 en la editorial madrileña Salto de Página (del grupo Siglo XXI), con el título que le había dado el propio González Sosa, Pese a los vientos, acompañado de un prólogo en el que esto escribe. El volumen, por tanto, en cuestión, ahora de actualidad y con una distribución más o menos amplia, alcanzó un impacto notorio y obtuvo comentarios extraordinariamente favorables. “Solo se puede realizar esta edición que corrige una anomalía. El lector se sorprenderá al saborear una verdadera palabra poética, resultado de la emoción en armonía con la reflexión. ¿Quién no leerá ahora a este poeta? », Escribió Túa Blesa en su reseña del libro publicada en El Cultural el 21 de febrero de 2014; el de González Sosa es un escrito capaz de dibujar «un mundo trágico y memorable como el hecho de vivir, como la verdad incomprensible de la vida», señaló, por su parte, Eduardo Moga en Insula (n ° 825, septiembre de 2014); y ÁlvaroValverde, a su vez, en Clarín (111, mayo-junio de 2014): “No sabemos qué depara el futuro para la poesía de Manuel González Sosa. Ya sea que entre o no en el canon feliz. No tiene importancia. Al menos para el lector de hoy que, afortunadamente, tiene este puñado de poemas que son, sin duda, «fruto de un proceso real». No necesitamos más ”; Carlos Javier Morales también habló muy elocuentemente en la última revista citada, Francisco León en Cuadernos Hispanoamericanos, Sergio Barreto en Piedra y Cielo, etc.
Sin embargo, una vez agotada esta edición, y teniendo en cuenta también la proximidad del centenario del nacimiento del autor, fue necesario una vez más poner su colección de poesía al alcance de los lectores, pero teniendo ahora en cuenta el aporte que para el conocimiento de su Obra supuso la publicación de su Poesía dispersa en 2015 (Estudios Canarios. Anuario del Instituto de Estudios Canarios, nº LIX). Gran parte de este material está recogido en la Nueva Edición de Toda Poesía de Manuel González Sosa, volumen que apareció recientemente en la editorial Pre-Textos con el título de Poesía Completa. La inclusión de buena parte de estos textos nunca recogidos en un libro por su autor constituye la mayor novedad de este nuevo comienzo de su obra poética.
Con motivo de esta nueva edición, y con el fin de conmemorar el centenario del nacimiento de Manuel González Sosa, hemos invitado a un pequeño grupo de poetas y críticos a comentar brevemente la personalidad y obra del autor de Sonetos andariegos. Queríamos saber qué poemas o series poéticas les interesaban más, así como -en términos de significación histórica- su interpretación de esta obra a la luz del centenario, y en particular cuál es el lugar que ocupa Manuel González Sosa en el La poesía española de su época, especialmente entre los autores que empezaron a publicar en la década de 1940. También quisimos conocer su opinión sobre si tener o no, hoy, una imagen fiel de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, así como lo que debería ser, en su opinión, la forma ideal de proceder para los historiadores literarios en el caso de un poeta que, habiendo elegido las ediciones confidenciales, no pudo ser debidamente evaluado en la época por la crítica.
A este homenaje se invitó a poetas y críticos que, en su mayor parte, no habían tenido la oportunidad de comentar esta obra poética hasta el día de hoy. El lector interesado hará bien en tener en cuenta el volumen Presencia de Manuel González Sosa, publicado en Las Palmas de Gran Canaria en la vida del poeta (1998), un libro en el que se incluye una amplia selección de textos críticos, perfiles y escritos diversos sobre su persona y su obra. Los textos contenidos en este libro y los de hoy, así como muchos otros por venir, dan y serán testimonio de una obra perdurable, una obra que no pretende -como creía modesta y melancólicamente el poeta- ser marginada y olvidada. Parafraseando al propio Manuel González Sosa con palabras escritas con un propósito muy diferente, examinamos una obra que “asume otra sustancia y una nueva forma” para generaciones de lectores pasadas, presentes y futuras.
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