Los desconocidos Goya que no cumplieron el plazo fijado por la Academia para agradecer sus premios debieron pensar, tras leer las reseñas de sus apariciones, que les habría venido mejor maldecir al productor, desvelar alguna técnica secreta oculta del equipo o echar directamente en cara a ‘el cabezón’. la primera fila de la platea. Lo más probable es que hubieran pasado tanto tiempo a) abucheando como b) recordando a su familia y agradeciendo a quienes hicieron posible la victoria. De haber elegido la opción a), el espectador censurado se habría ido a la cama mucho más satisfecho y sin la sensación de que el tiempo se había detenido entre la alfombra roja y el ajo de José Sacristán.
Imagínese que en lugar de expresar su agradecimiento, los ganadores se dedicaron a acuchillar el bastón y volar las estatuillas sobre las cabezas de los invitados; o bajarse del escenario pistola en mano como Sid Vicious en ‘My way’; o mirar a Eduardo Casanova a la cara y vomitar frente a él toda la homofobia y el odio con el que ha sido recibido por algunos acostumbrados a estos casos en las redes sociales. Imaginar. ¡Qué programa de televisión hubiera sido! ¡Qué gala de los Goya! ¡Qué pasado audiovisual! ¡Qué manera de rockear al ganador del mejor cortometraje! Los mismos que culpaban de la lentitud de la gala a quienes apreciaban el premio y expresaban una especie de agradecimiento frente al micrófono seguirían inventando memes unos días después con la figura del Goya que rozó a Penélope.
De todo esto se sigue que la gratitud es aburrida, porque es inusual. Lo que falta es gratitud y reconocimiento y reconocimiento público a las personas que han buscado el éxito particular o el bien general. Sin embargo, un discurso de aceptación de tres minutos frente a las cámaras trae más críticas que una diatriba política de media hora llena de insultos, mentiras y medias verdades.
Perdemos el sano hábito de dar gracias. Seré breve: no me gustaría terminar este artículo sin agradecer al diputado Alberto Casero que con su voto buscó una nueva área de trabajo que contribuirá a mejorar las condiciones laborales de miles de trabajadores y que la Unión Europea los financiará se puede utilizar para la reconstrucción. También me gustaría dar las gracias a los letrados del Congreso, que descartaron el error informático y validaron el voto de la diputada del PP en contra de las directivas del partido.
Debo expresar el mayor agradecimiento al grupo parlamentario Unidas Podemos, que con su determinación de no llenar la vacante de su diputado Alberto Rodríguez, imprimió una emoción nunca antes vista en el conteo de votos en la Cámara. No puedo olvidar al grupo parlamentario socialista y a su líder, Pedro Sánchez, que jugó el voto a la baza de los dos diputados de UPN y consiguió que la sesión en la que se aprobó la parte más importante de su mandato dé un giro inesperado con un desenlace explosivo que la ganadora del Goya al mejor guión original no hubiera imaginado.
Me gustaría recordar al líder de Vox, Santiago Abascal, que en la noche de las elecciones de Castilla y León puso en el punto de mira a su candidato, Juan García-Gallardo, y lo convirtió de la nada en el supuesto próximo vicepresidente de esta autonomía, gracias a lo que hemos podido saber, a través de tuits que luego eliminó, que “el fútbol está lleno de maricas” y “qué ridículo parece que las mujeres exijan igualdad”. Gracias Papá Noel. No me gustaría despedirme sin recordar a Francisco Igea, el ex vicepresidente del Consejo Castellano-Leonés, que cuando se convocaron las elecciones pidió volver a la medicina porque era su verdadera vocación, volvió a la política como candidato Ciudadanos y ahora ha decidido pasar cuatro años más en la insignificancia. Será el momento de volver a ponerse el vestido.
Il serait injuste d’oublier Albert Rivera, qui après deux ans de pratique du droit est passé par la politique, a assumé le projet et signé dans un prestigieux cabinet d’avocats avec lequel il est sorti moyennant rémunération sans à peine mettre les pieds au despacho. Y, por supuesto, gracias a Pablo Casado por estar ahí cada día, llevando la política española al nivel que se merece.
Quienes hayan tenido la paciencia de leer este artículo no habrán pasado más de tres minutos allí. Como decía Sacristán, gracias a los que cada año siguen comprando mis ajos.
@jorgefauro
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