Casado es un refugiado al que quieren echar de su casa. Sus cuatro mil votantes, reunidos ante y contra el Génova para cancelarle del cartel electoral, no hacen más que confirmar las decenas de votaciones numéricas precipitadas en las que Ayuso le aventaja por nueve a uno. Para mantener un mínimo de serenidad, Casado tiene la misma tasa de supervivencia a la mala racha que ansiaba tener Nadal cuando comenzó el tercer set contra Medvedev en Melbourne, un cuatro por ciento. Y por supuesto Casado no es Nadal.
El pasado viernes, que es anteayer cuando el PP lo sabe desde hace siglos, Teodoro García Egea tranquilizaba a sus correligionarios religiosos. «Esta tarde se resolverá el caso», predicó en una oración sin respuesta. Los recién casados cambian de criterio muy rápidamente. Pretendía que la radical condena a Ayuso por corrupción, ante un Carlos Herrera que se empeñaba en interrumpirle para que no derribara el templo, se convirtiera en una absolución tras la presentación de unas páginas absurdas por parte del presidente que tanto le importa mucho sobre su hermano comisario.
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Santo Tomás Díaz Ayuso necesita jugar para creer. En menos de un día, Casado pasó de condenar la corrupción de su partido a avalarla, y aun así no se impuso en la negociación que Egea
programado liquidado. Nadie va a mover un dedo por la supervivencia del presidente del PP, y está claro que su okupación en Génova es la parte del escándalo más fácil de resolver. Luego tiene que conseguir que voten por él, los mismos que ahora lo odian abiertamente.
Lo que lleva a que los rumores y sondeos en torno a una ventaja electoral de Vox sobre el PP, sean tan groseramente exagerados como la publicación errónea de la muerte de Mark Twain. A mediados de la década pasada, Podemos también superó fugazmente al PSOE, por no hablar de las delirantes tonadas de Albert Rivera en Ciudadanos’19.
Por tanto, y aunque Casado no inspira el más mínimo respeto entre sus seguidores, todavía no ha conseguido la destrucción total del PP. A partir de ahora, Vox está lejos de ser un sorpasso pero se consolida como el partido sólido y estable de la derecha, una vez que el líder de la oposición anda demasiado ocupado huyendo de sus votantes. En una apuesta incomprensible, los populares han delegado su protagonismo en la extrema derecha moderada.
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La izquierda se frota las manos, sobre todo si no tiene previsto competir con Ayuso el año que viene en Madrid. Por primera vez, la prensa derechista golpea a su fracasado abanderado, con la furia de los periódicos conservadores británicos contra Boris Johnson. En este capítulo se adelantaron los pomposos progresistas que propusieron a Susana Díaz como presidenta del gobierno.
No es tan malo que Casado repudiara a Ayuso por la falta de limpieza que el siempre popular presidente nunca aplicó a su expediente académico, sino que pensó seriamente que la corrupción implicaba la inhabilitación en el PP. La derecha española es tolerante con conductas de dudosa legalidad, pero intransigente ante la derrota.
El líder opositor no cometería el error de retratar a Colón hoy porque nadie quiere fotografiarse a su lado. Casado debería pedir urgentemente asilo político, su agonía estaría en Ciudadanos. En la actualidad, su supervivencia solo puede descansar en virtudes que rechazan el concepto de liderazgo ultraliberal. Lástima, piedad, piedad.
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