El rey Felipe VI, acompañado de su esposa, doña Letizia, presidió este viernes en Marín (Pontevedra) el funeral conjunto de los 21 marineros fallecidos en el naufragio del pesquero Villa de Pitanxo, el pasado 15 de febrero en Canadá.
Antes de la ceremonia, presidida por el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, los monarcas mantuvieron una audiencia privada con los familiares de las víctimas, a la que también asistió el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas.
Los Reyes, que enviaron sus condolencias a las familias, también hablaron con el ghanés Samuel Kwesi, uno de los tres supervivientes del naufragio, el único que ha asistido a estos funerales.
Tras este encuentro, que duró cerca de media hora, don Felipe y doña Letizia recorrieron los cien metros que separan el Colegio de la Inmaculada del Templo Nuevo, cobijando a sus seres queridos y entre los aplausos de los ciudadanos que les esperaban desde Marín, donde tuvo lugar la ceremonia.
En su homilía, el arzobispo de Santiago se dirigió directamente a las familias para asegurarles que «desde el primer momento» toda Galicia y toda España «os llevamos en el corazón».
La noticia del hundimiento del barco gallego, subrayó monseñor Barrio, «nos inundó el alma» y aunque subrayó que «nunca hubiéramos querido contar esta historia», sostuvo que los seres humanos «tenemos que vivir con la tragedia que siempre rompe nuestra lógica».
«El mar es sinónimo de peligro, ausencia e incertidumbre y en ocasiones se convierte en ese agujero negro que acaba con proyectos, sueños y vidas», subrayó Julián Barrio, quien aseguró que ante una naturaleza «que late muchas veces», cualquier previsión de la seguridad de la humanidad «será siempre pequeña».
El arzobispo entiende que «no es fácil comprender y aceptar» la pérdida de estos 21 marineros y que las palabras «todavía son insuficientes para transmitir un mensaje de esperanza», pero defendió que «no podemos desperdiciar nuestro dolor» y quedarnos «cubierto». y ahogado en la tristeza y la desesperación.
María José de Pazo, hija de uno de los desaparecidos, cerró el acto agradeciendo a los Reyes su «enorme empatía» hacia el «tremendo dolor» que sienten las familias «y cómo nos lo transmitieron».
Además, la portavoz de las familias destacó la presencia en el funeral de Samuel Kwesi, a quien definió como el «baluarte de la verdad y la fuerza», y para quien asistir a este acto «supuso un gran esfuerzo» porque los fallecidos «formaban parte de Su familia».
Esta «gran tragedia», ha subrayado la hija de Francisco de Pazo, ingeniero jefe de la Villa de Pitanxo, «ha reunido hoy aquí a tres continentes y diferentes creencias» para despedir a marineros «que se apoyaron en las adversidades que vivieron durante los últimos dias de su vida.
La pérdida de sus seres queridos, argumentó María José, creó entre ellos un vínculo «sólido y fuerte» basado «en el amor a los que faltan y a los que nunca volverán», por lo que les exigió «buscar la verdad y hacer ellos justicia».
«Para descansar tenemos que recuperar a los doce que faltan. Esa es nuestra esperanza», concluyó De Pazo, quien reconoció que mañana, Día del Padre, «va a ser difícil para todos los huérfanos porque no podemos No tengo a quien llamar».
A estos funerales conjuntos por los 21 fallecidos, doce de los cuales siguen desaparecidos, asistieron, entre otros, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo; y el delegado del Gobierno en Galicia, José Miñones; con muchas autoridades civiles y militares.
Previo a la ceremonia, familiares de las víctimas del naufragio desplegaron una pancarta con dos lazos negros en la puerta del templo con la frase «Te queremos en casa», para seguir exigiendo la reanudación de la búsqueda de los desaparecidos, suspendida por Canadá dos días después del desastre.
El Ayuntamiento de Marín instaló una gran pantalla en el parque que rodea la iglesia donde tuvo lugar el funeral para que los cientos de personas que permanecían fuera del templo por falta de espacio pudieran seguir la ceremonia.
Al finalizar el funeral, el grupo de música de la Escuela Naval de Marín, donde el propio Felipe VI completó su formación militar, interpretó la «Salve Marinera» y los monarcas se detuvieron a saludar al resto de familiares que, por razones de protocolo, no había asistido a la audiencia preliminar.
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