Una de las cosas más difíciles para las mamás y los papás es establecer límites de manera respetuosa y consciente. O los ponemos desde el autoritarismo, usando frases como: “es así porque yo lo digo” o “aquí mando yo”, o nos vamos al extremo opuesto: la permisividad, y no los ponemos.
“Nuestros hijos necesitan límites, les permiten crecer seguros”, dice la experta en crianza consciente y autora del libro: “Límites: cómo educar con límites conscientes y crecer juntos” Miriam Tirado, “pero si no lo hacemos queremos perder el vínculo con nuestros hijos, debemos establecerlos con respeto, sin caer en amenazas, chantajes, castigos y miedos”.
Ok y como se hace? No tenemos referencias de cómo hacerlo, casi todas las recibimos del autoritarismo o crecimos sin ellas. Tirado nos dio las claves para hacerlo en un IGLIVE que os dejamos a continuación.
7 claves para establecer límites conscientemente
Miriam Tirado, en el live que hicimos con ella en Instagram, nos dio 7 tips fundamentales para empezar a poner límites de manera consciente y respetuosa. Los repasamos:
1. Digámonos que somos los adultos
Como se mencionó anteriormente, no tenemos referencias sobre cómo establecer límites de manera consciente y respetuosa. Esa falta de referentes nos lleva a ponerlos de la misma manera que nos ponen a nosotros: autoritarismo, gritos, castigos… Si queremos hacerlo de otra manera, cada vez que nos dispongamos a gritar, “recordemos que los adultos somos , que no vamos a dar rienda suelta a nuestros arrebatos emocionales. Que tenemos los recursos para calmarnos y tener una relación diferente con nuestros hijos”, dice Tirado, a lo que agrega: “habrá que repetírnoslo”. hasta que automáticamente salga este nuevo modelo de respeto. Porque todo se puede lograr si hay voluntad, conciencia, paciencia y trabajo interior”.
2. Sea muy claro acerca de esos límites
Hay madres y padres a los que les cuesta simplemente ponérselos. Se sienten mal cuando lo hacen, porque sus hijos se enojan”, por eso los límites hay que revisarlos, cuestionarlos y asimilarlos según sea necesario, porque sabemos que son buenos para nuestros hijos, porque van a velar por su bienestar. Esto nos dará seguridad a la hora de configurarlos. Los tranquilizaremos sabiendo que son indispensables”, nos dice Tirado. «Por eso, no se trata de establecer límites sin razón, se trata de establecer límites bien pensados, bien pensados. Lo correcto y lo necesario.
3. No tienen que entenderlo
Debemos dejar atrás la ilusión que tenemos de hacer entender a nuestros hijos e hijas el por qué de los límites que les imponemos. No podemos esperar que nos digan: «Ay mamá, muchas gracias por ponerme límites, me tranquilizan», o «Gracias, papá, por no dejarme jugar más a las consolas, porque jugar con ellas es un mucho no es bueno para mí”.
“Un error común es vivir como un fracaso el hecho de poner un límite a nuestros hijos y que no lo vean como algo razonable, sino como una injusticia”
“Mi relación con los límites cambió cuando me di cuenta de que la mayoría de los que colocamos a los niños no podremos entenderlos ni valorarlos hasta muchos años después, cuando sean adultos. ‘no lo ven como algo razonable, sino como una injusticia.
Disciplina positiva o cómo aplicar la teoría del iceberg
4. Para solucionarlo, primero debe iniciar sesión
«Hay algo que debemos tener muy claro acerca de la comunicación con nuestros hijos, y es que la conexión viene antes de la corrección», nos dice Tirado. “Si no conectamos con ellos, nada de lo que digamos después para corregirlos tendrá el efecto que queremos porque, por dentro, sentirán que no los entendemos, no, y no habrá pedagogía posible”.
Pongamos un ejemplo para entender mejor: supongamos que cometemos un error en el trabajo porque estamos pasando por un momento difícil. Nuestro jefe se da cuenta de la metedura de pata y viene a hablar con nosotros. Nos sermonea, te hace sentir mal. La lógica es que al día siguiente llegues al trabajo con el temor de cometer otro error. Otra opción es que nos llame a la oficina y nos diga que sabemos que no cometimos este error a propósito y que nos pregunte si estamos bien, si nos pasa algo. Se interesa por nosotros, te escucha, conecta contigo y se ofrece a encontrar una solución juntos. Al día siguiente, la actitud con la que volvemos al trabajo es diferente. Volvemos con ganas de hacer las cosas bien, no por miedo a que nos pillen y nos reprendan, sino porque tenemos la sensación de formar parte de un equipo.
“En conexión, nos encontramos, aprendemos y crecemos juntos. Por eso, cuando tu hijo no quiera cepillarse los dientes, recuerda iniciar sesión”, dice Tirado.
5. Negociar
Una negociación se da cuando dos personas, para llegar a un punto de encuentro, saben y entienden que ambas tendrán que ceder. Llegar al punto de encuentro es el objetivo, ya que entendemos que esta unión es mejor que estar cara a cara o estar en dos lugares totalmente opuestos. Por lo tanto, para llegar a un acuerdo, ambas partes probablemente tendrán que ceder inevitablemente a favor del punto de encuentro.
“A partir de los 7-8 años ya podemos empezar a negociar con nuestros hijos, lo que también les ayudará mucho cuando tengan que hablar y llegar a acuerdos con otras personas”, dice Tirado. “A menudo nos daremos cuenta de que, como adultos, no somos muy buenos para negociar, y mucho menos con nuestros hijos. El motivo es que nuestros padres no lo hacían con nosotros, y cuando empezamos a hacerlo surgen muchas preguntas: ¿soy muy flexible? ¿Él me anima?
Nada mas lejos de la verdad. “Podemos negociar con nuestros hijos, no es nada negativo hacerlo. Pero también te digo que habrá cosas que para ti no son negociables, por ejemplo comprar un celular antes de los 14 años. Luego se le dice que para ti es un límite no negociable. Lo que también le enseña que él también puede tener límites infranqueables y decir “no” a quien quiera saltarlos”.
Rabietas: claves para gestionarlas con disciplina positiva
6. Aprende a determinar si el límite que estableces tiene sentido o no
Muchos de vosotros os preguntaréis: ¿cuántos límites hay que poner y cuáles? Miriam responde así: “tanto como sea necesario para garantizar la seguridad, la integridad, el bienestar y el buen desarrollo de nuestro hijo en cada etapa”.
Por eso, siempre que tengamos dudas sobre si el límite que estamos marcando es consciente, hagámonos esta pregunta: si no lo marcamos, ¿peligra la seguridad, la integridad, el bienestar y el correcto desarrollo de mi hijo? Si la respuesta es sí, lo ponemos. Si no, no lo ponemos.
Por lo tanto, los límites tienen que ver con las cosas importantes:
-
Descanso
-
Higiene
-
Respeto
-
Alimento
-
uso de la tecnología
“La lista no es demasiado larga, pero si fuera muy larga golpearía fuerte el desarrollo de nuestros hijos, que necesitan cierta autonomía y sentirse libres”, nos dice Tirado.
Daremos dos ejemplos para descifrar qué es un límite y qué no lo es:
-
Estás en casa de un amigo y tu hijo está jugando. Le dices que te tienes que ir, pero no lo hace. ¿Deberíamos levantarnos e irnos? «Si alguna vez te has apresurado antes de decirle que tienes que irte y el hecho de que cedas un poco afectará su cena y su hora de acostarse, eso es un límite», nos dice Tirado.
-
Es hora de ir a la escuela y antes de salir de tu casa quieres ponerle la chaqueta, pero él prefiere la sudadera. Quiere elegir su propia ropa. ¿Hay un límite? “Pregúntate: ¿el uso de una sudadera afecta de alguna manera su desarrollo, su bienestar, su seguridad…? Seguro que no, es solo una cuestión de estética así que no es un límite. Solo sería un límite si en vez de sudadera quisiera usar manga corta y hiciera frío”, nos cuenta Tirado.
Cómo reemplazar los castigos con consecuencias: 6 ejemplos prácticos
7. No recurras al castigo cuando se pasa de la raya
Un día nuestro hijo romperá algunos de los límites que le marcamos y será completamente normal”, nos dice Tirado. «No significa que tenga que gustarnos o que tengamos que quedarnos de brazos cruzados, pero tenemos que entender que es su papel».
Cuando los niños se pasan de la raya, muchos adultos se molestan y sienten la necesidad de castigarlos para “enseñarles” que está mal y que no tienen que volver a hacerlo. “No tiene sentido pedagógico. Los castigos no son educativos, son punitivos. Y, además, estamos destinados a ser los adultos y debemos tener herramientas, información y capacidad para actuar y responder desde otro lugar y de otras formas mucho más asertivas”. A lo que añade: “cuando un niño traspasa un límite, hay que saber por qué lo hizo, y puede haber mil motivos: desde el que no entiende por su inmadurez, hasta el que se enfada porque siente que no es comprendido ni considerado. La clave es no quedarse en la superficie y llegar a la causa raíz. Solo así podremos ponernos en contacto con él, entender lo que está pasando y ayudarlo.
.