Palabras ganadoras: los entrenadores más inspiradores

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Todos estos técnicos tienen algo especial, como si les hubiera tocado la varita mágica del carisma. Sin embargo, ¿algún entrenador puede aspirar a inspirar a sus jugadores sin ser un aragonés, un Guardiola o un Zidane? Xesco Espar, experto en alto rendimiento, autor de libros como ‘Jugando con el corazón’ y entrenador de entrenadores, lo tiene claro: “Por supuesto. No solo pueden, sino que deben, porque es parte de su responsabilidad. Los entrenadores tienen que asumir dos roles que se entrelazan continuamente, como el de “gerente” deportivo y el de líder de equipo. De cualquier manera, puedes aprender.

En primer lugar, deben saber que no es lo mismo motivar, que estaría ligado a un objetivo a corto plazo como un juego o un entrenamiento, que inspirar, más orientado a largo plazo y asociado a determinados objetivos o valores. “Para mí, lo que más me inspira es luchar por un desafío muy grande, que incluso a primera vista puede parecer imposible. La tarea del entrenador es convencer a los jugadores de que con esfuerzo, trabajo y crecimiento se puede lograr. Y también hacerles ver que son mejores de lo que ellos mismos creen”, remarca Espar, que fue campeón de Liga y de Europa como entrenador de balonmano del Barça.

Trabajo de coaching que no debe ser algo puntual, sino constante a través de su ejemplo -debe ser el primero en convencerse- y de comunicación, que puede tomar la forma de entrevistas grupales, videos, conversaciones individuales, de una cena e incluso de un ‘enfado’. ‘ en un momento determinado. “El entrenador tiene que ver en todo momento qué hará reaccionar al equipo y ser consciente de la estrategia que mejor funciona con cada jugador”, apunta. Porque, en definitiva, los tres aspectos clave que hay que dominar a la hora de entrenar en la máxima categoría son la táctica, la preparación física y la psicología. “Un jugador inspirado y motivado es capaz de elevar el nivel de talento que utiliza. Si está ‘enchufado’, utiliza todo su talento; si no, se conforma con la mitad. Y si once jugadores despliegan todo su talento en el campo y tienen una idea común de juego, son ciertamente imparables.

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