Jair Domínguez («Està transeúnte», TV-3) salió este martes para enseñarnos las cosas que nunca se deben hacer en la bandera de un país para no molestar a sus habitantes. O sea, y mirándolo bien, lo que Jair nos estaba enseñando es precisamente qué hacer para que se enfaden mucho.
Sacó las banderas de Andorra, Japón, Italia, ‘la senyera’… pero eran banderas para hacer un bulto, esperando la llegada de la última, la bandera de España, que fue el punto culminante del asunto . Y señalándola, dijo: «Si quieres insultar a la bandera española, no tienes que hacer nada. Con sólo sacarla y mirarla, ya se van a ofender».
¡Vaya! Es una interpretación muy interesante viniendo de Jair, ya que es público y notorio lo mucho que le abruma la bandera española. A lo largo de su carrera televisiva ha protagonizado varios platós muy comentados. Quizás el más fuerte tuvo lugar hace un año, durante una sesión del programa ‘Bricohéroes’ (TV-3) donde le advertían que era mejor llevar la esvástica que la bandera española. ¡Vaya! Esto ha sido ampliamente comentado. Sin embargo, lo que Jair nos cuenta ahora sobre la bandera española va en otra dirección, que en mi opinión es mucho más atrayente y profunda.
Jair nos cuenta que con solo mostrar la bandera, o mirarla, algunas personas ya se sienten ofendidas. Y me parece que tenía toda la razón, probablemente sin imaginarlo ni proponérselo. En efecto, toda manifestación o concentración partidista que desfila y desfila izando la bandera de un país, irrita a muchos otros. Y tienen razón en estar molestos. La bandera que es de todos no puede ser utilizada como emblema exclusivo de facción o grupo. Esta es una usurpación muy clara. Esto debería estar estrictamente prohibido.
Lo decía muy bien el filólogo y escritor Jordi Amat el otro día durante una conversación con Iñaki Gabilondo en “¿Qué es España? (Movistar+): «Toda la iconografía española, el franquismo la convirtió en podredumbre». Es exactamente así. Se apropiaron de la bandera, que en términos de serenidad y sentido común debería ser sólo un tejido con los colores de la emoción y el sentimentalismo transversales de un país, y la convirtieron en una especie de piedra arrojada contra los que piensan diferente. De ahí la irritación que produce. ¡Vaya! Creo que esta vez Jair sin saberlo nos enseñó a devolverle a la bandera su único significado.
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