Nunca se bajó de un caballo. Y eso que el trabajo lo sometió a múltiples pruebas, a cual más exigente. En su memoria sigue habiendo superado los obstáculos de interminables jornadas y, en más de una ocasión, sin derribar y con varios segundos de ventaja sobre sus rivales, saboreando la dulzura de la victoria y arropado por el reconocimiento unánime de un público jubiloso. También reconoce que en este Grand Slam continuo y exigente que representa este mundo de la gastronomía, hubo un momento en el que sufrió caídas duras y espectaculares, decepciones que sin embargo no lograron librarlo de su pasión por la comida.
Víctor Cruz es, además de un afable conversador -su cabeza es un saco inagotable en el que se acumulan un buen puñado de vivencias-, un auténtico profesional que, ahora, lejos de las deslumbrantes coronas de laureles, el cautivador brillo de las estrellas y los piropos fáciles , marcar distancias, e incluso tiempos, con pasos precisos; sin prisas
Hace poco más de un año, su nueva montura marcaba el trote y el galope por el espacio de Nueva Atalaya, en las instalaciones del centro hípico del mismo nombre, un lugar que se asoma a las fértiles tierras del Rodeo Lagunero, con una espectacular terraza. y acariciado por el soplo de un ambiente tan natural y limpio como el que ofrece tu cocina.
Es un hallazgo firme y además ya una huella evidente: Víctor Cruz no ha perdido ni el jeito, ni la chispa de siempre –tampoco su incondicional atrevimiento–, y eso se percibe de manera clara en cómo embrida unos platos o bien les suelta las riendas a otros. Ciertamente, las propuestas de cuchara, la variedad de arroces y ensaladas, que siempre han sido consigna de su recetario, son imperdonables, pero el resto de bocados no lo son menos. Ejemplos de entrantes tan sencillos como sabrosos: sobre un elegante pan de cristal, tomates aliñados con orégano y coronados con anchoas de Santoña; las mini arepas de chicharrón con gofio (se comen como si fueran auténticos roscos) o incluso un pimiento relleno de bacalao, servido en su propia salsa y con una buena vinagreta de pico de gallo.
En representación del mar, se cierne sobre la mesa la seductora imagen del pulpo a la brasa a fuego lento, acompañado a babor y estribor por una nutrida tripulación de gambas y el despliegue de escalivada bajo la quilla, un plato caliente y bien aderezado, mientras que en el capítulo de carnes, un Torta inglesa en dos texturas, bien cubierta con puré de papas, culminando con un sonoro cachete en la atalaya.
A medio camino entre el desayuno y la comida, o entre la comida y la cena, se ofrecen sensacionales brunch: nada más y nada menos que hasta ocho tipos de embutidos (pierna asada, jamón serrano y cocido, pepperoni, quesos varios…), caseros bollería, mermelada y mantequilla, yogur, copa de cava, zumos de frutas naturales, fruta, huevos benedictinos… Para relinchar de placer.
(Nueva Atalaya, Camino de la Luna Llena, 42, frente a Los Rodeos, La Laguna; de miércoles a domingo de 10 a 20 h: tel. 630 06 03 99).
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