La Enseñanza de Zebina – El Día

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Estudió magisterio, pero nunca ejerció como docente, aunque lleva años ejerciendo la docencia, tanto humana como profesional.

Sus padres, Adolfo y Adela, regentaban desde 1942 una tienda de ultramarinos en la calle de Herradores, nombre tomado de aquellos productos importados de ultramar, de las antiguas colonias españolas, una puerta abierta al campo donde auténticos productos de kilómetro cero, condimentados con muy Atención cercana y también personalizada, como se conocía a la gente por su nombre.

Zebina Hernández recuerda su infancia con un acento de dulce felicidad, rodeada de maravillosos olores y sabores, imágenes únicas que guarda con cierto regusto nostálgico en la despensa de la memoria. Esta niña nacida en el callejón Laguna de Maquila confiesa que ha pasado parte de su vida -y lo ha hecho con una pasión desbordante- detrás de un mostrador de madera. “Era muy observadora y no se perdía detalle de la gente que se acercaba a la tienda, que venía de lugares como Barranco de Las Lajas, Ravelo…”, en una época en la que ni siquiera había carreteras. “También venía gente de la sierra, muy humilde”, que con sus característicos rodillos en la cabeza repartía magistralmente el peso y volumen de la compra en estos grandes cestos, manteniendo un equilibrio digno de los mejores artistas.

Y recuerda aquellos momentos siempre especiales en que molían los granos de café que traían sus primos desde Venezuela, “en aquella época un verdadero producto de lujo”, con esos aromas penetrantes que lo inundaban todo; la ceremonia de dispensación de aceite con esos picos especiales activados por émbolo; bebidas alcohólicas, almacenadas en barricas para trasladarlas de allí al contenedor: coñac, anís…; pilas de sacos de patatas o de azúcar; vendo carburo para lámparas o mijo para gallinas…

Era su madre quien se ocupaba de empaquetar los artículos, repartiéndolos con delicada destreza en cartuchos o envolviéndolos amorosamente en papel de estraza, mientras su padre se dedicaba a repartir los pedidos por esta geografía rural capaz de colarse en el pueblo. él mismo. . Por cierto, Zebina recuerda y recuerda cómo, dentro de los hipotéticos límites que marcaban La Concepción o San Benito, hubo momentos en que tuvo que detenerse para dar paso a las vacas, o la imagen de esta antigua e imponente bodega lamentablemente ha desaparecido, en una casa en la misma calle de Herradores.

Fue creativa, transformando las dos puertas del local en atractivas vitrinas, una pretensión de venta, hasta que en su momento este colmado se convirtió a la modernidad, convirtiéndose en un pequeño supermercado de barrio, “las visiones anticipadas de mi padre”, dice.

Cuando terminó de enseñar, sus padres decidieron que era hora de jubilarse. Corría 1982, pero lejos de echar el cerrojo, Zebina se aventuró a darle otra vuelta de tuerca al viejo local lagunero, abriendo una tienda especializada, Gourmets. Así fue, y se dedicó a investigar qué había de calidad en cualquier rincón de España para mostrarlo, con el producto canario, para educar sobre los sabores.

Esta aventura, este traslado de aquí para allá, duró 27 años, período durante el cual descubrió objetos hasta entonces desconocidos en la isla, abriendo ventanas. “En Canarias tendemos, por haber sido puerto franco, a consumir lo que ni siquiera se conocía en la Península, como los casos de mantequilla neozelandesa o irlandesa, entre otros. Como resultado, los productos españoles de calidad han tardado en llegar. Y Zebina pone como ejemplo el ya reconocido pimentón de la Vera, o cuando traía unos lotes de aceite de oliva virgen extra y, para su incredulidad, nadie se los compraba. Pero lo cierto es que ese tumulto siguió manteniéndolo apegado a sus raíces como comerciante, hasta el momento del cierre definitivo, hace ya quince años.

Cependant, elle avoue qu'»une chose en amenant une autre», c’est pourquoi, après avoir rempli son rôle d’indépendante, elle s’est engagée dans d’autres histoires, comme la création d’une association d’amis queso. Es a partir de entonces que desarrolla un proceso de formación continua que le ha llevado a obtener reconocimientos como el de experta en quesos canarios; Maestría en Producción y Comercialización de Quesos por la UNESCO; Especialista en análisis sensorial de vinos por la Universidad de La Laguna, además de trabajar como relaciones externas de Bodegas Insulares Tenerife SA y ser coautor de diferentes publicaciones relacionadas con el queso y la gastronomía, destacando el libro Quesos de las Islas Canarias. Actualmente, Zebina Hernández trabaja como asesora gastronómica, además de ser una decidida promotora de concursos de queso, vino, gofio, miel o aceite, entre otros.

Zebina sostiene que, en un pasado no muy lejano, éramos una sociedad rural y, en este sentido, cree que las personas rurales se caracterizan por ser «sinceras, leales, honestas y, sobre todo, amantes de lo que hacen».

No obstante, deplora el paulatino abandono de los terrenos agrícolas, circunstancia que vincula a la «escasez de equipamientos y ayudas de las administraciones públicas», sustanciales para facilitar el mantenimiento de unas explotaciones lastradas, además, por los elevados costes de explotación derivados de la incremento en el costo de los insumos, así como el freno que representa el relevo generacional.

En general, Zebina es obstinada en su empeño y no renuncia a la idea de integrar el producto canario en el turismo, involucrando a los hoteles en esta práctica. “De diversas formas, tanto para las propias personas que trabajan en estos establecimientos, para que promuevan la excelencia del producto canario, como para tener un efecto multiplicador”, animando a los turistas a visitar las bodegas y fincas, además de las vacaciones embalar.

Y además, Zebina destaca el papel fundamental que representa el sector de la restauración en este capítulo.

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