¿Ha dejado el feminismo de ser una reivindicación electoral?

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La pujanza del movimiento feminista español, admirado en todo el mundo por las multitudinarias protestas de 2018, ha hecho de la igualdad un elemento político indiscutible. Cinco años después y al borde de unas elecciones generales, la división política y social en torno al feminismo se está traduciendo en desafección y desmovilización, la igualdad no es protagonista de la agenda partidaria y el antifeminismo se perfila como un valor para el espectro de la línea .

¿Cuál es la causa de la desafección feminista? ¿Por qué el feminismo ha dejado de ser considerado un activo electoral? ¿Han dejado las mujeres de ser un grupo prioritario hacia el que dirigir los mensajes políticos?

Ante la convocatoria de elecciones generales, EL PERIÓDICO DE ESPAÑA analiza estos temas con la politóloga Paola Cannata, investigadora feminista y exdirectora del Instituto de la Mujer Beatriz Gimeno, profesora de economía aplicada de la Universidad Complutense y experta en género Cecilia Castaño y médico forense y exgobernante delegado de violencia de género Miguel Lorente.

El 23 de julio están llamadas a votar más de 18 millones de mujeres, es decir, más de tres puntos porcentuales que los hombres: 1.148.916 votantes más que votantes. ¿Será relevante el factor género el 23J durante la votación?

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En las “enormes movilizaciones feministas de 2018”, en palabras de la politóloga Paola Cannata, se postulaba el feminismo como un elemento de transformación sumamente poderoso, había muchas mujeres involucradas en esta transformación y una gran voluntad de feminismo social y la fuerza de la protestas traducidas en políticas públicas feministas en las instituciones.

reclamo electoral

En 2023, esta lucha por la igualdad “ha perdido su poder transformador y, en general, no es una lucha que la clase política perciba como sumar o ganar. Hemos notado que el feminismo tiene un perfil muy bajo como reivindicación o como elemento de proyección de las fuerzas políticas: no lo apelan porque no lo identifican como algo que pueda dar votos. instituciones Esto ha disminuido y perjudicado mucho”, dice el politólogo.

Es significativo que dos de las caras más visibles de estos debates, Irene Montero (UP) y la portavoz socialista de la igualdad en el Congreso, Laura Berja, hayan sido rehuidas por su entorno. Sumar vetó el nombre de la ministra de Igualdad como condición para incluir a Podemos en la coalición y el PSOE no tenía a Berja en las listas del 23J. Con sus aciertos y desaciertos, lo cierto es que ambos sufrieron violencia política tanto en el Congreso de los Diputados como en las redes sociales.

La colusión del feminismo con las instituciones es un fenómeno relativamente reciente. En 2008, Bibiana Aído fue la primera Ministra de Igualdad de la Democracia. En 2010, el propio José Luis Rodríguez Zapatero prescindió de este ministerio y no aplazó hasta la última legislatura (diciembre de 2020-mayo de 2023), cuando Irene Montero fue nombrada por Pedro Sánchez. En sus inicios, el ejecutivo se jactaba de ser «absolutamente feminista».

“Solo el sí es sí”: el destino de la primera y más deseada ley de coalición

Fue una legislatura difícil en materia de igualdad, que se convirtió en un ámbito de disidencia y conflicto entre las dos formaciones que apoyaban al gobierno de coalición (el Ministerio de Igualdad estaba en manos de Unidas Podemos, lo que llevó al PSOE a luchar ondear la bandera del feminismo).

Los duros debates y posicionamientos a los que se enfrenta la ley trans, la división en torno a la prostitución y los efectos perversos de las rebajas de penas por la ley del sí es no sólo han tenido un impacto a nivel institucional y en la arena política (convirtiéndose en caldo de cultivo para la derecha y extrema derecha), pero han calado en el movimiento feminista, cuya escisión se ha traducido en agresiones, insultos y agresiones.

desafección política

Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la violencia de género, cree que la división y la fragmentación han empujado a la sociedad a distanciarse del feminismo, rebajando el nivel de identificación con este movimiento.

Según ella, la «desafección política» de las mujeres puede deberse tanto a esta división del feminismo como a que se han abordado temas que podrían haber sido considerados «no prioritarios».

Aunque Beatriz Gimeno, teórica feminista y ex directora del Instituto de la Mujer, considera que durante la pasada legislatura se ha hablado más que nunca de feminismo. Sin embargo, lamenta que se haya convertido en un «campo de batalla, también entre las feministas». Una batalla que, intensa y estéril, “ha generado cierta desafección por parte de algunas o muchas feministas y también cierta reticencia por parte de los partidos a involucrarse en un tema que está lejos de generar un consenso social y político”. .

“¿Por qué te vas a volcar al feminismo, si la mitad del feminismo se va a volver en tu contra?”, argumenta.

En este sentido, Cannata considera que «el feminismo ha dejado de atraer votos en todas las franjas de edad»: «Es muy probable que nos encontremos con el ejemplo de una mujer de 55 años que en las últimas elecciones legislativas votó con ganas de tengamos un país más feminista y esta misma persona ya no votará el 23J con esta pregunta, sino con otra». Por ello, cree necesaria una reflexión sobre la forma en que las instituciones han gestionado este capital político.

Lorente está de acuerdo. “Como en un momento hablar de feminismo sumaba, ahora creo que ya no cuadrará más. Y los políticos, que son un poco cobardes, me temo que hablarán de eso” en la próxima campaña electoral.

La profesora de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, Cecilia Castaño, lamenta que haya tanta agresividad en las luchas feministas. “Creo que el problema fundamental es que muchas mujeres que habían abrazado el feminismo dicen ‘es una jaula de grillos que no me interesa’. Necesitamos renovar el discurso y la gente. El feminismo es un movimiento es su belleza”, y lo recuperaremos, aunque no sé cuánto tiempo llevará reconstruirlo».

Para el economista, los efectos indeseables de la ley del único sí es sí han sido «catastróficos».

Castaño también destaca otro factor que ha incidido en la pérdida de fuerza del feminismo en la política, y es el surgimiento de discursos y políticas antifeministas “que han calado profundamente” en los jóvenes. Discursos que niegan la violencia de género, que aspiran a un pasado de mujeres sumisas a los hombres. La reacción es fuerte.

El antifeminismo se ha convertido en un valor electoral, algo «enormemente preocupante», según Cannata. “Esta es la tragedia: no solo se ha mermado el poder transformador del feminismo, sino que además el antifeminismo se ha convertido en una bandera ondeada no solo por la extrema derecha, sino también por la derecha”, dijo la politóloga.

“No se equivoquen, apelar continuamente al pasado y decir que antes lo hacíamos mejor es hacer trampa porque lo que se está haciendo es intentar perpetuar una serie de privilegios que existían antes y ahora están siendo cuestionados. Cualquiera que apele al feminismo es un caos, lo más probable es que no esté a favor de los derechos de las mujeres porque quiere ganar privilegios”, dice Cannata.

un proyecto concreto

La exdelegada del Gobierno contra la Violencia de Género habla de la «guerra cultural» planteada por sectores conservadores, que defienden una forma de vida tradicional, basada en el pasado. “La derecha y el machismo dibujan muchos elementos identitarios. (…) Ante esta realidad, debemos encontrar un consenso para cuatro años de acción, en cuatro años no podemos proponer un mundo feliz porque no tenemos tiempo. error de la izquierda, es que plantea clivajes utópicos y muy teóricos mientras que ni siquiera se trata de temas a dirimir en cuatro años”.

“El feminismo, como la izquierda, debe sentarse y tomar conciencia de su responsabilidad histórica y de su compromiso actual”, añade. La experta explica que las mujeres votan más pensando en un proyecto común, las políticas de protección social, mientras que los hombres tienden a acudir a las urnas motivados por su propio interés y situación personal. El problema, matiza, es que se establece un entramado androcéntrico, con mensajes que condicionan a la gente a pensar más en los problemas de los hombres. Así, “obviamente, las mujeres quedan en un rol secundario, no solo porque más o menos pueden ir a votar, sino porque van a estar condicionadas por lo que es conveniente, necesario y urgente, es decir, decir lo que la gente piensa”.

La exdirectora del Instituto de la Mujer apunta a la necesidad de «mirar largo» y ver el «desastre» que sería para los derechos de las mujeres si se impusiera «el trumpismo y la extrema derecha»: «Ante este desastre, buscar enfocarse en lo que une». nosotros, para devolver los debates feministas a un nivel más llevadero tanto para las propias feministas como para los partidos”.

La izquierda, dice Cannata, debe enfocarse en sí misma, no en sus conflictos internos, lo que resta y desalienta el voto y alimenta la desafección ciudadana. «Las luchas internas convierten la política en un club privado, cuando debería ser propiedad de todos».

Castaño, por su parte, lamenta que durante la campaña electoral autonómica y municipal no haya quedado claro que las políticas de salud, dependencia, educación e infancia tienen un impacto positivo en la vida de las mujeres. «El gasto social es una inversión» que tiene retornos positivos: «A las mujeres no les interesa bajar los impuestos. (…) Eso hay que concretarlo en la campaña, de forma positiva, dejando claro que las mujeres tienen mucho que ganar y que la política de cada uno no nos sea indiferente».

Cannata señala que ha habido un «problema de comunicación» de las políticas feministas, que han ido más allá de la labor del Ministerio de Igualdad: el auge de las pensiones no contributivas y el SMI, el reconocimiento de los derechos laborales de las trabajadoras del hogar o aún reforma laboral fueron medidas que tuvieron un impacto significativo en género, pero no fueron comunicadas como un “proyecto país”.

El politólogo también subraya “una cosa que no es menos”, y es que muchos avances sociales han beneficiado a colectivos que no votan en las elecciones, como los inmigrantes o los niños.

A pesar de las adversidades y el pesimismo, Gimeno está convencido de que el espíritu de 2018 sigue vivo en muchas mujeres y hombres: “Lo que no se puede hacer es olvidar el feminismo y arrepentirse. No vamos a ganar con miedo, con exceso de cautela o con miedo a sacar las cosas a colación porque hay una parte del electorado que las rechaza. Quienes han trabajado por el feminismo desde diferentes posiciones deberían estar orgullosas, luchar y negarse a oscurecerlo. (…) En un país de ideas hay que incluir el feminismo”, concluye.

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