Los profesionales de la sexología han comprobado cómo cada vez acuden más a sus consultas jóvenes con problemas de adicción a la pornografía o padres que no saben cómo actuar cuando detectan que sus hijos están consumiendo este tipo de contenidos sexuales. Mantener la calma y actuar con sentido común son los principales consejos que ofrece Loola Pérez, sexóloga y psicóloga colaboradora del Instituto Sexológico de Murcia, que comparte con La Opinión algunas de sus inquietudes y el origen de muchos de estos problemas.
«La pornografía es la esencia de una persona que ya está en llamas. No todo el mundo desarrolla una adicción»
¿Los jóvenes de hoy tienen más acceso a todos estos contenidos con tantos dispositivos electrónicos: móviles, tabletas, portátiles?
Los jóvenes tienen más dispositivos electrónicos a su alcance y por lo tanto tienen acceso ilimitado a la pornografía, pero también viven en una sociedad donde hay una hipersexualización de muchos contenidos audiovisuales no pornográficos, pero alimentados con narrativas pornográficas. En series como ‘La que se avecina’, que van dirigidas a los jóvenes, irónicamente se dicen cosas que un adulto puede interpretar pero que un niño o joven no sabe porque no tiene esa capacidad. Hay muchas conductas que se copian o muchas creencias sobre la sexualidad que se toman de contenidos que no son inherentemente pornográficos, como que el tamaño del pene importa, que hay que tener pechos grandes para gustar a un chico, o el coitocentrismo, que nunca ha terminado de desaparecer. . Realidades reafirmadas.
¿Cómo deben comportarse los padres ante este tipo de consumo?
Los jóvenes y adolescentes tienen curiosidad sexual, algo que está muy ligado a esta etapa del ciclo vital. Lo primero que hay que hacer es normalizarlo porque es parte de su desarrollo. Y segundo, tenemos que hablar de ello. Si bien esto puede parecer un tema incómodo o del que muchos padres pueden avergonzarse, es necesario discutirlo. Pregúntale, dile que sabemos que te trae algún tipo de satisfacción, pero no es la realidad. Los padres necesitan trabajar todo el pensamiento crítico, no solo en el consumo de pornografía, sino en otras representaciones de la sexualidad que se pueden ver en la cultura para que sepan diferenciar entre lo que es ficción y lo que es realidad. La ficción puede ser creíble, pero eso no significa que sea sexo real.
La curiosidad puede llevarlos a ver pornografía por primera vez oa consumirla esporádicamente, pero ¿qué hay detrás de este abuso?
Una cosa es el consumo y otra cosa el abuso. Cuando hay abuso de ver pornografía, uno tiene que pensar que hay algo en el fondo de esa persona. Podrían ser rasgos de personalidad impulsivos, alguien con creencias distorsionadas sobre las mujeres o alguien con un déficit de empatía. La pornografía es la esencia de una persona que ya está en llamas. No todo el mundo desarrolla una adicción, para ello deben existir una serie de factores biológicos, psicológicos y sociales.
¿Cuál es la línea que separa el consumo del abuso?
El consumo sería más adictivo o compulsivo cuando interfiere en la vida diaria de una persona, cuando le causa molestias si no tiene, o cuando presenta pensamientos constantes. Si la frecuencia con la que necesitan ver porno es inconsistente con su rutina diaria, entonces existe una adicción.
Confundir la ficción con la realidad puede ser el origen de muchos de los problemas que desencadena este consumo a edades tan tempranas, ¿no es así?
El riesgo es confundir lo que se ve es normal y la educación tiene un peso muy importante. Si no ofrecemos una educación sexual de calidad y adecuada a la edad de maduración de cada persona, poco podemos hacer y esta información la recibirán por otros canales como la pornografía, los influencers o una guía incompleta.
¿A qué edad de los niños deben alarmarse los padres si los ven consumiendo pornografía?
Siempre se debe hacer educación sexual, en todo momento. Cómo se relacionan las mujeres y los hombres, cómo nombramos las partes del cuerpo, con todo eso le pasamos información a nuestros hijos. Necesitan saber que si les pasa algo, pueden decirnos, por muy mal que sea, que hay partes de su cuerpo que nadie debe tocar sin su consentimiento, si no tienen que besarlas si no No quiero… Pero si no, nunca les hablamos, cuando sean adolescentes, les costará un poco más.
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