Hace siete años, Pedro Sánchez sorprendió en una entrevista con Salvados al desvelar que había recibido presiones de los poderes económicos para no formar un Gobierno progresista con Podemos. Acusó, en su momento, a ciertos medios de ser el correo de transmisión de ciertos poderosos. Este domingo, a menos de un mes de las elecciones del 23-J, el presidente del Gobierno trazó un escenario similar. También ante el periodista Jordi Évole, criticó que la «derecha política, económica y mediática» llevase cuatro años construyendo una burbuja «antisanchista». “Sigue el rastro del dinero”, afirmó sobre quién está detrás de esta estrategia. Su respuesta a la lucha fue ofrecer su lado más humano.
“Calculé mal la fuerza corrosiva de muchos de estos argumentos que se propagaron en estos medios”, repitió el director gerente casi media docena de veces. Así, Sánchez centró buena parte de su respuesta en que el único programa político de la derecha es «derogar» lo que ha hecho el Gobierno de coalición y que, por ello, se escudan tras «el antisanchismo». ¿Qué es el «antisanchismo»? Para el líder del PSOE, se trata de «mentiras, manipulación y maldad».
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Afirmando que en su opinión existe una sobrerrepresentación de posiciones de derecha y extrema derecha en el panorama mediático español -idea a la que Pablo Iglesias lleva años renunciando-, Sánchez justificó la gira mediática iniciada esta semana (Onda Cero, El Intermedio, Lo de Évole) y que continuará en los próximos días, incluso desfilando por El Hormiguero, necesitado de «perforar la burbuja».
Preguntado en reiteradas ocasiones sobre qué medios son los que instalan un mensaje contrario a él y cuáles son los poderes económicos que hay detrás, Sánchez prefirió guardar silencio. Como primer ministro, dijo, no debería señalar con el dedo. Ahora dejó una indicación clara: «Sigue el rastro del dinero, el dinero de los bonos y el dinero de los que siempre pensaron que el país era suyo». Es más, aunque aseguró que ningún empresario le había dicho en la cara que intentarían destruirlo, dio a entender que “este mensaje se percibe en sus terminales de medios”.
Insomnio pandémico
Su respuesta a este «veneno» que le inocula la sociedad ha sido abrirse y mostrar un rostro atípico. En la entrevista no había prácticamente propuestas de programas, pero sí detalles sobre la vida del primer ministro. Admitió que durante la pandemia lloró «de rabia y frustración» y que «cuando logró conciliar el sueño» despertó a las pocas horas «empapado en sudor». Un estrés que, dijo, no le obligó a consultar a un psicólogo, aunque «tampoco habría tenido problema en ir allí». Además, dijo que en el pasado se había sometido a terapia.
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También le dolieron las «barbaridades» que tuvo que soportar su mujer, Begoña Gómez, cuando se decía que era una mujer transexual. «No insulté a nadie, intenté hacer un debate político», resumió Sánchez, aunque reconoció que se equivocó al no haber dado más entrevistas en los medios críticos para desmantelar esta «burbuja».
El «mayor error»
Sánchez también se centró en combatir dos de los argumentos con los que más fue atacado, el uso del Falcon y los acuerdos con EH Bildu. Sobre el primero, dijo que su uso no es diferente al que hacen otros presidentes. Sobre la segunda, que no gobernó con el partido nacionalista, que todo fueron pactos parlamentarios. Lo que más le dolió, confesó, fue el intento de «asimilar» a ETA y negar la importancia del PSOE para acabar con la banda terrorista. En la lista de confidencias también reconoció el que fue su «mayor error» durante la legislatura, la ley del «solo sí es sí».
Pese a todo, Sánchez aseguró que llegará al 23-J, donde pronostica una participación de entre el 73% y el 76% pese a que la fecha es veraniega, «con el convencimiento y el orgullo de lo hecho y con las ganas volver a ganar las elecciones «Creo que voté para ganar las elecciones», insistió antes de decir de Alberto Núñez Feijóo que «fue una decepción enorme». El espíritu que quiso transmitir Sánchez recuerda las palabras que usó en 2016, en Salvados, tras dejar el secretario general del PSOE: «No estoy muerto, estoy aquí»
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