Ruido submarino: tortura bajo el mar

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El ruido llena el océano. Las idas y venidas de los barcos, la exploración de hidrocarburos o la instalación de aerogeneradores marinos generan un sonido estridente que enloquece los fondos marinos. Es un ruido que afecta a muchos peces y cetáceos, obligándolos a trasladarse a otros lugares o condenándolos a vagar perdidos mar adentro. En efecto, este ruido submarino impide la comunicación de estos animales, de los que depende su reproducción y alimentación, además de los daños directos que sufren en los casos más extremos. Las consecuencias del ruido son enormes, lo que ha llevado a un grupo de científicos a alertar de sus impactos y proponer soluciones.

Para tener una idea de cómo se transmite el sonido bajo el agua, los científicos dicen que con los instrumentos adecuados, los barcos pueden escucharse desde Europa cuando entran y salen del puerto de Nueva York a miles de millas de distancia.

Una de las alternativas para reducir el incesante ruido que el hombre ha traído a las profundidades del mar es reducir en un 11% la velocidad de los barcos. “Los barcos son la principal fuente de ruido, pero con este pequeño gesto podríamos reducir significativamente el ruido”, afirma José Antonio Díaz, miembro del consorcio Saturno y técnico de la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan). Plocan es uno de los 20 centros que trabajan en el proyecto europeo Saturn (Developing Solutions to Underwater Radiated Noise), que pasó tres años investigando soluciones para atenuar el ruido submarino.

El proyecto, liderado por la Fundación de Ciencias de Irlanda y organizado por el University College Cork, involucra a un gran consorcio de participantes de la UE, con 20 socios en 10 países europeos, y cuenta con un equipo interdisciplinario de expertos en acústica, biólogos marinos e ingenieros marinos.

La mayoría de los barcos navegan a velocidades entre 20 y 24 nudos, por lo que reducir su velocidad en un 11% significaría que tendrían que navegar entre 18 y 21 nudos, suficiente para aliviar gran parte del problema acústico. “Pese a lo que se pueda suponer, los barcos no generan ruido por su motor, sino por sus hélices”, apunta Díaz.

“A pesar de lo que se pueda suponer, los barcos no generan ruido por su motor, sino por sus hélices”

En concreto, cuando las hélices giran, producen burbujas que, al explotar, generan ese sonido incesante que atormenta la vida marina. Y aunque reducir la velocidad es la solución más viable a corto plazo, los investigadores del Proyecto Saturno creen que gran parte del ruido también podría evitarse cambiando la «forma de la hélice, para que produzca menos burbujas», como insiste el investigador.

Reducir la velocidad de las embarcaciones también puede tener otros beneficios. Así lo reveló ya en 2019 la consultora Reynolds Environmental Sustainability Consultants (RESC), que estimó que una reducción del 20% en la velocidad de los barcos podría reducir su consumo de combustible en más de un 24%. Esto, además de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, reduciría la contaminación acústica en un 67 % y las muertes de cetáceos por colisiones con barcos en un 78 %, según el informe.

Y es que una de las grandes amenazas que sufren los cachalotes, calderones o ballenas son las colisiones con barcos mientras navegan por el mar.Los daños pueden ir desde un simple arañazo hasta la mutilación total o la muerte del animal, muchas veces de forma lenta y dolorosa.

«Sordera permanente o transitoria»

Hay grandes diferencias en los océanos en términos de niveles de ruido. “Comparamos las zonas vírgenes, sin ningún tipo de contaminación acústica, y las de mayor actividad económica y transporte marítimo”, subraya Díaz. Entre las dos áreas, hubo una diferencia de 10.000 veces más ruido. «Es indignante», dice el investigador del proyecto Saturno.

En comparación, sería como pasar de un campo donde solo puedes escuchar los sonidos de la naturaleza a estar estacionado al lado de un avión a punto de despegar. En España, la zona más afectada es el Estrecho de Gibraltar, por el que pasan diariamente unos 300 barcos. Es decir, uno cada cinco minutos.

“Hay zonas del mar donde hay tanto ruido como estar al lado de un avión a punto de despegar”

“El ruido submarino afecta a todas las especies”, subraya José Antonio Díaz. Y es que, históricamente, el foco ha estado en los grandes mamíferos, como los cetáceos y los delfines. Esto no es de extrañar, ya que su comunicación es a través de sonidos. Para ellos, hay dos impactos posibles: uno físico, que puede causar sordera permanente o temporal, y un impacto comunicativo, porque el «ruido se superpone» a sus «diálogos».

Esto les impide escucharse unos a otros, por lo que acaban alejándose del resto de su grupo o perdiéndose a la deriva. Pero no son los únicos afectados. El resto de los peces también suelen huir de lugares muy ruidosos, lo que afecta tanto a los ecosistemas (que pierden uno de sus eslabones) como a las actividades humanas, como la pesca.

“El ruido es un problema poco conocido y es hora de proponer soluciones”, apunta Díaz. “Necesitamos avanzar y determinar con mayor precisión qué medidas tomar”, dice.

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ENTREVISTA. Txema Brotons, biólogo marino y director científico de Tursiops

«El problema es que usamos el mar como si fuera una autopista»

A partir de 10 nudos de velocidad o 90 metros de eslora, una embarcación dispara su capacidad de matar cetáceos

Aunque el ruido submarino puede matar a un cetáceo instantáneamente, la mayoría de las veces lo somete a un estrés crónico que lo hace más vulnerable a cualquier impacto adicional. Tursiops es una entidad que estudia este problema.

-¿Cómo afecta el ruido submarino a los cetáceos?

-El ruido que hacemos se concentra más en las frecuencias bajas, donde más se escuchan los barcos. Estas bajas frecuencias tienen una capacidad de dispersión muy alta y afectan a unas especies más que a otras. El rorcual común, por ejemplo, emite a frecuencias muy bajas y una marsopa a frecuencias más altas. Este ruido crónico, aunque no es un shock letal en sí mismo, provoca un alto grado de estrés y hace que estos animales sean más susceptibles a otros shocks. Es como si tuvieras una lesión y si además te encuentras en una situación de estrés por cualquier motivo, esa lesión multiplicará la posibilidad de infección.

– ¿Este ruido puede causar la muerte directa en algunos casos?

-Un estudio sísmico para la búsqueda de hidrocarburos [se realizan potentes detonaciones submarinas] puede ser mortal si atrapa a un animal a cierta distancia. El sonar militar puede provocar reacciones de vuelo que provocan la muerte directa de animales en inmersiones profundas.

-¿Puede ser efectivo para reducir la velocidad de navegación?

-Reduciendo la velocidad, no solo reduciríamos el ruido, sino también el riesgo de colisión con cetáceos. A medida que se botan nuevos barcos, se puede pedir a la industria que haga diseños más eficientes. De hecho, un barco que hace mucho ruido a veces es señal de un mal funcionamiento del barco. Además, hay una miríada de grandes barcos que podrían estar navegando. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, no navega en un velero. El problema es que usamos el mar como si fuera una autopista.

-El otro gran problema son las colisiones de barcos con cetáceos…

-Los grandes buques causan la mayor mortalidad. No es lo mismo chocar con un velero de 12 metros que va a seis nudos que chocar con un yate de 25 metros que va a 30 nudos o un ferry de 120 metros a 24 nudos. El riesgo de lesiones mortales aumenta con la velocidad y la longitud. Los estudios científicos establecen umbrales en los que hay un cambio muy pronunciado en la curva de supervivencia en caso de colisión, y son 10 nudos y 90 metros de eslora. Eso no quiere decir que un barco más lento o más pequeño no pueda matar a un animal también. En nuestra última expedición vimos dos cachalotes en una semana y ambos tenían marcas de colisión.

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Contacto para la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es

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