Había mucha emoción porque Pello Bilbao quería ganar la primera etapa que disputó en casa. Recuerda a su amigo Gino Mäder, asesinado el mes pasado en el Tour de Suiza. En el podio, miró al cielo y le dedicó la victoria. 101 etapas después, desde el 21 de julio de 2018, cuando otro vizcaíno, Omar Fraile, ganó en el aeródromo de Mende, no se producía ninguna victoria española en el Tour de Francia, como si fuera una maldición, algo que no sucedía desde los abuelos Miquel. Poblet. donde Federico Bahamontes vistió el uniforme de campeones en los años 50 del siglo pasado.
Bilbao es un finalizador, sería un goleador si se dedicara a otro deporte. Es de esos que, si se escapan, no lo hacen para que los pillen y regalar a su padrino kilómetros de publicidad televisiva. Si Pello se escapa es para ganar, como hizo en Issoire y también para situarse en la quinta plaza de la general.
Cuando el Tour estaba a punto de dar a luz, sus padres estaban cenando en un restaurante de Gernika y hablando de su hijo. Julen, el padre, recomendó la merluza y los pimientos de la zona que se cuidan con mimo en el pueblo. Dijo que su hijo nunca se animó a convertirse en ciclista, comenzando con el fútbol hasta que se decepcionó con el balón. La madre, Elena, agregó que nunca pierde un paso de su hijo y a diferencia de otras madres, si tiene dolor, lo lleva dentro. Juan, su tío, que vive en Tarragona, proclamó que su sobrino ganaría una etapa de este Tour. Y es que no hay mayor fan de Pello que Juan Bilbao en todo el mundo, ni quizás sus padres. Su casa parece un santuario a Pello, pues su abuelo había sido ciclista hasta que la Guerra Civil destruyó sus sueños deportivos, como los de tantos otros jóvenes de la época.
Pello se deslizó en la escapada correcta. Trajo enemigos formidables como Julian Alaphilippe y Michal Kwiatwoski, dos ex campeones mundiales. El Tour se había convertido en una sartén y además, en la salida, Jonas Vingaard y Tadej Pogacar decidieron jugar al gato y al ratón y se escaparon para disparar todas las alarmas. Pero Pello ya caminaba con ellos. El día estaba marcado en rojo y por culpa del árbol de Gernika no se le iba a escapar la victoria.
Desde el inicio del Tour sabíamos que si había un ciclista predestinado a levantar los brazos en una etapa tenía que ser Pello, que ya había ganado el Giro, que es rápido, que es bueno tácticamente y que incluso corre mucho mejor. como Mikel Landa, designado desde el primer momento al frente de Bahréin, el equipo de dos.
Así que cuando Vingaard y Pogacar se cansaron de jugar, se formó la escapada de la jornada, en la que también se fue a todo o nada el catalán Antonio Pedrero, que si empujaba atrás era para llegar antes y no pasar tanto calor encima. tierra de antiguos volcanes.
Seguía siendo el grupo de Bilbao el que dominaba la escena. Había que apretar, pero no ir demasiado lejos porque si Pello, 11º hasta el martes, rompía el banquillo entonces todos los equipos, incluidos Jumbo y UAE, tirarían como locos y sería la muerte de la fuga.
Tampoco hacía falta perder el norte cuando, ya en la fase final de la etapa, el ciclista letón Krists Neilands decidió escapar. Rassurez-vous, Pello le capturerait, car le mieux pour lui n’était pas le rival qui pédalait devant, mais que derrière Alaphilippe, le seul plus rapide que lui, celui qui pouvait lui voler la victoire, était resté dans le dernier petit port de la jornada.
Así que, a sangre fría, alcanzó a Neilands y se preparó para ganar, dedicando la victoria a Mäder, subiendo al quinto puesto de la general y rompiendo la terrible sequía española. “Fueron muchas emociones en un día -confesó tras la victoria-. Gino me había dado fuerzas, incluso cuando estaba entrenando antes del Tour y me daba miedo en las bajadas. Fue un Tour muy intenso, desde el principio en Bilbao. Quería intentar ganar en San Sebastián. Por eso tenía que calcular en esta etapa. Sabía que era el más rápido». Y ganó para que todo Gernika explotara de alegría, Julen y Elena, en su discreción, Juan, en su felicidad total, y Andrea, su mujer, con la pequeña Martina en brazos, tras seguirle hasta el final de los Pirineos. 101 pasos después, Pello rompió la maldición.
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