BARCELONA DESAPARECIDOS | Celos, pelea, chasquido: María del Mar Fusté, 22 años sin dejar rastro

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“María del Mar salió de la casa. Discutimos, ella dio un portazo y no está aquí”. En la puerta del apartamento de Rosa, la madre de María del Mar, el hombre dijo poco más. Fue la última pista que tuvieron de ella, fue el último contacto que tuvieron con él. El 30 de abril de 2001 desapareció María del Mar Fusté. Salió de casa, según cuenta su novia de entonces, con lo que llevaba puesto. No tenía dinero, ropa ni papeles. Lo hizo gritando y llamando a la puerta. no supe mas La han estado buscando desde entonces. Ellos lo están esperando. María del Mar no está aquí.

“Llegó a lo de mi mamá, dijo que habían discutido, que mi hermana se había ido y que habíamos perdido todo contacto con él”, recuerda Sandra, la hermana de los desaparecidos.

María del Mar Fuste. 31 años Llevaba casi dos años trabajando en la pastelería ‘Las Tres Torres’ de Granollers (Barcelona). Con una vida activa, un amplio círculo de amigos, vivía con su pareja en La Garriga (Barcelona). Lo había conocido en el trabajo, en la panadería, habían estado comprometidos meses antes. Él era un constructor.

“Llevaban poco más de un año saliendo”, recuerda Sandra, su hermana, a CASO ABIERTO, el portal de sucesos e investigaciones de Prensa Ibérica. El 30 de abril de 2001 sería la última vez que supo de su hermana. Ella desapareció. Se evaporó.

“Este señor vino a casa de mi mamá, dijo que María del Mar se había ido y perdimos todo contacto con él”. Se había ido sin ropa, sin dinero, sin previo aviso. Nada coincide. El paso de los días y la ausencia de noticias acabó con la familia de María del Mar en el cuartel de la Guardia Civil. «Fue muy extraño… ¿Mi hermana se fue sin nada?» La investigación pronto se agotó: «Todo se detuvo. No había pistas, ni pruebas, ni cables que tirar».

Celos, golpes y discusiones

Ese día, el último, “mi hermana estaba trabajando en la panadería haciendo ‘monas’ (un dulce típico de Semana Santa). Terminó, cerró y se fue a tomar algo con los amigos”, cuenta Sandra. Es de lo poco que pudieron reconstruir.

Después de eso, María del Mar regresó a casa. «Cuando lo hace», retrocede, «ella y su pareja comenzaron a discutir: dónde estaba ella, con quién…». Según su versión, la discusión se agrió. Llegaron los gritos. María del Mar, nos asegura, salió del apartamento dando un portazo. No dijo adónde iba. Nunca más volvió a saber de ella. «Le lendemain, il est allé chez ma mère, lui a dit que ma sœur était partie. Une journée a passé… et nous sommes allés le signaler. Nous ne l’avons plus jamais revue. Nous ne savons rien, jusqu’ hasta hoy.»

Un día antes de su desaparición, María del Mar había acudido al hospital. Tenía moretones en la cara y el tabique nasal roto.

Sin rastro, sin noticias. Sin explicación. La familia contactó a colegas y amigos de la mujer. Fue entonces cuando descubrieron las «peleas», los «celos» y los «abuso». “Al parecer la siguió, la golpeó… era muy celoso y mandón”, lamenta hoy Sandra.

El entorno de María del Mar habló de marcas en su cuerpo, de golpes. El último, según lo describen, la mañana del mismo día de la desaparición. «Según nos enteramos más tarde», recuerda Sandra, «según los registros del hospital, María del Mar había ido a recibir tratamiento. Tenía moretones en la cara y el tabique nasal fracturado».

Bajo la mirada policial, negó todo. Aludió a que María del Mar tenía problemas psicológicos, estaba tomando medicamentos. Negó los golpes. Reconoció el argumento. Nada más. “En casa de mi mamá apareció con la cara raspada, supongo que mi hermana se defendió”.

Los investigadores paralizaron temporalmente una obra en construcción, “según mi madre, buscaron unos días, pero no vieron nada”, lamenta Sandra. Se sorprende igualmente de no haber colaborado nunca en la investigación: «Se fue y ya no sé, era lo único que se quedaba».

La investigación chocó contra un muro. Las hipótesis, todas sobre la mesa, fueron cambiando: la idea de homicidio, de hecho delictivo, de fuerza derrochada; se hizo fuerte que María del Mar habría desaparecido por voluntad propia. Las búsquedas se han agotado. Unos días después, su novio canceló la cuenta bancaria que compartían.

No fue a su operación.

Pocos datos y muchas preguntas. “La última persona que estuvo con María del Mar fue él y su respuesta fue que no sabía nada”. Sus compañeros, su séquito, no notaron nada extraño que les hiciera pensar que la mujer quería desaparecer. “En la panadería, se sorprendieron cuando al día siguiente no fue a trabajar”.

Aferrados a la esperanza -a la sinrazón- decidieron creer que tal vez era algo pasajero. «Abrumada», cautivada, quizás María del Mar habría «huido» por unos días. «Fue raro, muy raro, pero no sé…», lamenta su hermana. Repite y todavía le cuesta creerlo: «Sale de su casa con lo que lleva puesto. Nadie la había visto y nunca volvió a trabajar… pero a veces hacía cosas que sorprendían….».

Dejaron un espacio de tiempo. María del Mar tuvo que volver sí o sí semanas después: «en julio le tuvieron que operar de unos nudos en el cuello». Él no vino. “Otra razón para descartar que se fue voluntariamente. María del Mar no se presentó”.

tu negocio en la iglesia

“Estaba medicado para la ansiedad y la depresión…” y no estaba pasando por su mejor momento. No tuvo una vida fácil, pero luchó con ella, quería ser feliz. “Tal vez por eso se apuntaron a la marcha de los voluntarios”, trata de entender Sandra. «No puedo creer que mi hermana se fue sin decirle a nadie», dijo la mujer. “La verdad es que en ese momento estábamos un poco distantes. Discutí con ella por él. No quería que ella tuviera nada que ver con su familia”. Triste, Sandra describe a una María del Mar aislada: “él quería que se relacionara sólo con él”.

Los días se convirtieron en meses. María del Mar no volvió y él nunca volvió. “Se quedó en la casa donde vivían. No sé qué haría con ella, si la vendió o no”, piensa Sandra en voz alta. La familia de María del Mar recuperó sus pertenencias meses después. «Fuimos con un abogado al apartamento y nos llevamos todo. Mi hermana no se había llevado nada allí». Después de un tiempo, tener esta ropa dañada: “mi madre se la dio a la Iglesia, para ayudar”.

Vivieron los primeros años esperando el teléfono: no sonaba. No hubo movimientos bancarios, médicos o legales. Todo se oscureció, pero nunca perdieron la esperanza. Han pasado 22 años. “Cada día es más difícil que el anterior. La recuerdo en cada momento”, lamenta Sandra.

“Ella a veces me decía que no estaba bien… pero yo pensaba que si iba en serio, no estaría con él. Ahora entiendo: ella estaba asustada, tal vez por eso ‘no se fue’. Su intuición solo lo lleva en una dirección: “Le hicieron algo a mi hermana. ¿Su novio la mató? Estaba muy delgada, tal vez la golpeó sin querer…”. Trate de encontrar respuestas, no vienen. Vuelve al punto de partida: «sin ropa, sin dinero… Sale del trabajo. Llega a casa. Están discutiendo. Dijo que se fue, que se fue, que ‘Se fue… y ya'».

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