Joaquín Ferrandiz Ventura o JFV, el asesino en serie castellonense que mató a cinco mujeres, salió este sábado sobre las 9 de la mañana de la prisión de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real, tras cumplir una condena de 25 años, el máximo fijado por la ley, por el asesinato de cinco mujeres.
Ferrándiz salió de prisión tapado con mascarilla, gorra y gafas de sol en un intento de ocultar al máximo su aspecto actual, aunque ha salido a la luz en los últimos días.
A preguntas de los medios de comunicación, que aguardaban a las puertas, incluido Meiterráneo, del Grupo Prensa Ibérica, JFV manifestó su intención de ir al extranjero «a rehacer mi vida» y dijo que «lo sentía», como ya había dicho anteriormente.
“Nunca volveré a Castellón por respeto a las víctimas”, dijo. De hecho, la sentencia le impide regresar hasta 2028 a las ciudades de la provincia donde se cometieron los delitos.
JFV subió a un taxi que partió hacia Manzanares, el pueblo más cercano a la prisión. Llevaba una mochila con sus efectos personales, incluidos los que le fueron incautados en ese momento y le fueron devueltos.
Varios agentes de la Guardia Civil, más de lo habitual, custodiaban el acceso al centro penitenciario ante la repercusión mediática del caso que conmocionó a la sociedad castellonense en su momento
La cara de JFV tras 25 años en prisión: ahora es el asesino en serie de Castellón
Un cuarto de siglo en prisión
Su hogar durante el último cuarto de siglo ha sido dos prisiones. Tras la sentencia, fue ingresado en Alcalá Meco (Madrid). Lo colocaron en la sección protegida, donde asignan a los reclusos que han cometido delitos particularmente graves y que, según la experiencia en prisión, pueden ser amenazados o agredidos por otros reclusos.
Allí compartió celda con Arlindo Luis Carvalho, más conocido como el violador de Pirámides, condenado por 33 agresiones sexuales. Éste, en 2017 fue liberado y pidió perdón a sus víctimas. JFV no lo ha hecho todavía, a menos que se sepa.
Durante los primeros años de su condena, quiso ser intelectualmente activo. Aceptó un curso de psicología y pidió un portátil para seguir escribiendo un libro que empezó a escribir cuando estaba preso en Castellón.
Todos los domingos recibía la visita de su madre, Asunción Ventura, que incluso buscaba una casa en la capital española para estar más cerca de él, lo que suponía un enorme esfuerzo económico. ¡Qué no haría una madre por su hijo! Carmen Balfagón, decana del Colegio de Crimonólogos de Madrid, dijo -cuando tuvo la oportunidad de entrevistarle en prisión- que «es un hombre muy bien educado» y que es en gran parte gracias a ella, a su madre, a su dedicación, «que se tomó la molestia de educarle» prácticamente sola, en ausencia de su padre, marino mercante.
El día de Año Nuevo de 2005 fue trasladado -o más bien lo trasladaron- al centro penitenciario de Herrera de la Mancha, en Ciudad Real, de donde saldrá este sábado en libertad. En estas instalaciones pudo conocer al asesino de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes, al británico Tony King, y a Miguel Carcaño, el asesino confeso de Marta del Castillo, con quien, según cuentan, entabló buena amistad. Así lo afirmó al menos un exrecluso del programa de televisión Equipo Investigador dedicado al asesino en serie de Castellón. Tenían oficios en común, dijo. También dijo de JFV que como aprendiz «se llevaba bien con todos».
Hasta el día de su liberación fue un preso modelo, por lo que obtuvo el puesto de enfermero, oficio reservado a los presos de confianza. Entre otras funciones, trabajaba en la cocina, repartía el correo o limpiaba las instalaciones. Incluso llegó a vigilar y acompañar a otros detenidos. Tras las rejas, ya no era visto como peligroso, sino como una de las llamadas personas comunes.
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