La victoria del PSC en Cataluña era segura, pero lo que ninguna encuesta había vaticinado era que con su «todos rojos» para frenar un gobierno de PP y Vox, la candidatura de Meritxell Batet ganaría 19 diputados, 7 más que en 2019 y un resultado con el que el partido de Salvador Illa consolida su supremacía en Cataluña mientras el independentismo vuelve a jugar en las urnas. El triunfo de los socialistas catalanes es oro en la lona para un Pedro Sánchez que acabó en segunda posición y que, a costa de la papeleta final, se aferra a un escenario de convocatoria complejo para poder continuar como presidente frente a una derecha por debajo de las expectativas.
Desde 2008, los socialistas catalanes no ganan en una general, una conquista que completa un hat-trick tras ganar a los catalanes de 2021 y las últimas elecciones municipales y que confirma al PSC como el principal partido de Cataluña, que crece mientras el independentismo acusa la desmovilización y la división. La estrategia de Batet de capitalizar el miedo catalán a un gobierno de derecha ha sido eficaz para darle un empujón y dejar muy atrás a sus principales competidores. Porque detrás de él hay un triple empate con siete diputados entre Sumar, ERC y Junts, mientras que el diferencial respecto al PP -6 escaños- es de 13 diputados.
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Con su llamado dicotómico a los catalanes, «o Sánchez o Feijóo», y la advertencia de que Cataluña no podía «pagar el precio» de ver a los populares recuperar Moncloa, el PSC disfrutó de una de las elecciones más polarizadas de los últimos años. Además de incitar al miedo al Gobierno de derecha, tensó otros dos hilos argumentales: el trabajo de coalición entre el PSOE y Sumar en materia económica y social y la desactivación del proceso con la apuesta de diálogo de Sánchez. Más allá de haber logrado ganar la receta para seducir al votante, la abstención en los territorios tradicionalmente independientes también remó a su favor.
El líder de la oposición en Cataluña tiene entre ceja y ceja la presidencia de la Generalitat y está deseando dar un golpe en el tablero catalán, a pesar de que Pere Aragonès aún tiene dos años de mandato por delante y que no está en sus planes apretar el botón electoral antes de tiempo. Está claro que para Illa no será lo mismo abordar este objetivo sin la atalaya de Moncloa. Pero, sea como sea, el actual líder de la oposición ve validada su estrategia para situarse en el centro y ganar poder institucional paulatinamente a costa de abrir una brecha entre ERC y Junts.
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