Vega pica más por la noche. Estuvo 20 años contando el presente con tal crudeza y precisión que, allá afuera en la oscuridad, es imposible mantener el tipo. Con un machete, se abre paso a través de heridas que aún rezuman emociones del pasado. Duele y se enfada. Tal vez, porque suele tener la palabra adecuada para cada corte. Es férrea, pero luminosa: sus canciones encierran tal atisbo de esperanza que, tras ser quemadas y cauterizadas, sirven de guía. Una luz que, a pesar de los cortes de luz, siempre acompaña. Mercedes, como la llaman en casa, es una luciérnaga de medianoche. Rebelde, luchadora y sobreviviente. Atenta de corazón a brillar cuando sus gritos lo indiquen. Este mes de julio se celebra el vigésimo aniversario de India, el disco con el que comenzó esta escolta sentimental. Nadie como ella para iluminar las sombras.
“Había una mezcla de ira y certeza que lo hacía único. Es un disco especial”, dice Paco Trinidad, productor de un disco debut que sorprendió tanto a público como a crítica. Lo tallaron en Eurosonic, un pequeño estudio de Madrid donde conocieron a Iñaki García (teclados), Marcelo Fuentes (bajo), Vicente Climent (batería), Jorge F. Ojea (guitarra), Paco Salazar (mandolina), Diego Galaz (violín) y Úrsula García (violonchelo). Le precedió Grita, la canción con la que Vega sentó las bases de su carrera: ella no buscaba el éxito instantáneo, sino una base sólida que le permitiera depender sólo de sí misma. Así, con una ceja levantada, defendió con vehemencia todas sus decisiones. “A diferencia de otros compositores, ella tenía cosas que decir. Tenía su propia perspectiva de la vida y el amor que aún desarrolla. Su talento es inmenso».
Cuida cada detalle de cada verso y armonía. Sin dejar nada a la improvisación. Es una de las pocas cantautoras que ha cambiado sin traicionar sus valores: el cuidado, el respeto y el coraje que dedica a su profesión la han hecho atemporal. “Eso es lo que más admiro. Me encanta porque hace lo que sientes. Es parte del grupo de artistas que suelo llevar cuando necesito inspiración”, dice Elena Gadel. El intérprete catalán puso a disposición su voz para La verdad, el segundo sencillo. Una amistad nacida en el piso que compartieron en Barcelona en 2003: “Recuerdo cuando la compuso. El comedor, el sofá, la guitarra… Ya sabía lo que quería. Y nadie iba a poder detenerlo. Eso, en el arte, es maravilloso porque te hace honesto y auténtico».
alergia a la mediocridad
Antes de fundar La Madriguera Records en 2013, editó Circular (2006), Metamorfosis (2009) y La cuenta atrás (2011) para varias multinacionales. En este punto conoció a Sebastián Krys, uno de los productores más queridos del planeta. Tiene 19 premios Grammy y ha trabajado con Alejandro Sanz, La Santa Cecilia y Shakira. A su lado, muchos de los sueños de Vega se hicieron realidad: grabaron con Abe Laboriel, Pete Thomas, Roger Manning, Arturo Sandoval y Chris Chaney en escenarios icónicos como Capital Studios, East West, Ocean Way, Criteria y Hansa. “Fuimos muy meticulosos. Con cada disco se acerca más a su verdad musical y personal. De hecho, nunca se molestó en seguir las tendencias. No se guió por la evidencia. Tiene alergia a la mediocridad”, dice.
A contracorriente, forjó un camino basado en la lealtad hacia sí misma y el compromiso con sus seguidores. Sin que nadie lo defina. “En sus composiciones refleja una sensación de seguridad y determinación que estoy segura le dio todo por lo que pasó”, dice María Blanco, de Mabü. Se conocieron en 2012 cuando inauguraban el Madrid Arena para Luz Casal. Y desde entonces, su gran sintonía les ha llevado a colaborar en varias ocasiones. Además de reivindicar un patrón característico de hacer canciones: “Escribe lo que piensas. Y, en particular, me gusta la manera tan solemne que tiene de entonarlo. Por eso montó una discográfica con sus hermanas: quería ser consecuente con sus principios y, para conseguirlo, no le quedó más remedio que asumir nuevos riesgos.
La jugada no le vino nada mal teniendo en cuenta las posiciones obtenidas en las listas de ventas con los próximos títulos: Wolverines (2013), Non ho l’età (2017) y La reina pez (2018). Por primera vez, pudo controlar todo el proceso creativo: desde la composición hasta la distribución. Una apuesta que, a pesar del esfuerzo económico y burocrático, le ha permitido consolidar uno de los proyectos más compactos y auténticos del mercado. Y, por supuesto, ser libre. “Vega logró hace mucho tiempo lo que todo artista desea: su propio sello. No deja de sorprendernos: siempre al acecho de un giro que rompa las reglas. Su música ya forma parte de la biblioteca de las emociones”, confiesa Xosé Manuel Budiño, el gaitero que dio épica a Martes y Santa Cristina.
Sin escudos ni armaduras
A través de él conoció, en 2017, a Guadi Galego. El vínculo que se creó entre ambos fue tan profundo que, con igual sencillez, terminaron compartiendo mesas, vinos y batallas. Esas que luego Vega transformó en poesía a lo largo de los años. Y que, por méritos propios, le valió dos nominaciones al Grammy Latino. “Habla de dolor, de rabia, de diversidad y de amor de tripa. Y le pasa a cualquiera. Tiene algo único: su independencia”, apunta. Por eso trabajó como sastre de cantantes que veían en su pluma la madurez necesaria para resumir sus vivencias: Raphael, David Bisbal, Pastora Soler, Aviónica y Miriam Rodríguez, entre ellos. ence is Lost, en la reedición de This Year’s Model.
Su relación comenzó cinco años antes, cuando Vega se ofreció a interpretar a dúo Dio come ti amo de Domenico Modugno. Le dio sustancia al LP con el que rendiría homenaje a la canzone italiana de los años 50 y 60 que, a través de sus padres, había mamado de niña. Y quería que el escritor de Pump It Up y Oliver’s Army le diera el toque de pub rock que lo asentó en los años 70. Fue inmediato. “No necesitas impresionar a nadie. Tiene un don natural para la composición y una fuerza desgarradora para el canto. Y, además, trata muy bien a la gente con la que trabaja: aunque tiene un carácter fuerte, aprendes mucho de ella”, explica Marta Fierro, más conocida como DJ EME. Tras conocerse en un avión rumbo a La Coruña hace unos diez años, sus caminos no han dejado de cruzarse. Hasta el punto de encargarle la mezcla de las nuevas estrellas de 1906.
Valiente y poco convencional, Vega vale lo que valen sus canciones. Nichos de polvo y flores que, aunque llenos de vida, vencen su propia existencia. Quiere que le sobrevivan y, para eso, no duda en escribir con la yugular: sangre desnuda. Merle blanc (2022) es su obra más cándida, una trinchera emocional donde no hay ni escudos ni armaduras. En ella, él es tan vulnerable que arde, irrita, llora. Pero ahí, en su pecho, alberga también el vestidor perfecto. “Él contribuyó a grandes temas, muchos de los cuales aún están por descubrir. Esto le ha permitido desarrollar una notable carrera que con el tiempo se ha vuelto cada vez más interesante”, explica Javier Becerra, periodista y autor de Esto es rock. Y añade: “Solo hay que verlo en directo para saber cómo vibra la garganta”.
Una ‘tribu’ en trance
Escucharlo tocar Where Were You, Mortal, After You, What a Disappointment y My Room es una experiencia que no se almacena en el formato físico: el espacio se vuelve minúsculo y los matices cobran importancia. “La morochita, como la he llamado desde el primer día, trae esa calidad y elegancia que hoy falta. Siempre quiere más, un extra que tantos artistas evitan por miedo al fracaso. Mantiene una relación incondicional con quien la sigue. Y, cuando sube al escenario, somos testigos de una tribu en trance: a veces es difícil saber quién es el grupo y quién es la masa”, dice Ezequiel González, director de todos sus videoclips desde que se presentaron en 2009 para rodar Mejor mañana en Buenos Aires. 14 años de orgullo y lealtad: “No es solo creatividad y constancia, es humanidad. Mercedes en su ámbito privado se comporta con la misma sinceridad y cariño con el que Vega desarrolla su vocación.
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La voz es otra de sus características: grave, aguda, visceral. Con un residuo que lo aleja por completo de las últimas tendencias de consumo. Agarra el cerebro con tal impulso que, aun sin tenerlo en el radar, acaba sacudiéndote como ningún otro. “No deja nada al azar. Canta con una pasión e intensidad impuestas a cero”, explica Eladio Santos. Para el líder de Eladio y los Seres Queridos, su propuesta es reconocible y transversal: “Puede estar en el apartado indie con Xoel López y Vetusta Morla, pero también en el de los clásicos como Luz Casal y Nino Bravo. Hay tanta historia musical… Es difícil clasificarla. Vega es Vega. .» Esta es precisamente su mayor virtud: te separa para sacar lo mejor de ti.
A pesar de los altibajos, su luz permaneció encendida. De patria andaluza y garfio gallego, mutó, rugió, agitó los brazos, voló para seguir respirando. Es de carne y hueso, eh. Pero su médula está hecha de un material tan resistente que es incapaz de observar el paisaje sin imaginar melodías de fondo. Lleva 20 años haciéndolo, en un intento de calentar un mundo que a veces es demasiado turbulento. Y, aunque la industria no se lo ha puesto fácil, sus palabras se han convertido en un refugio para quienes sufren por ser, por sentir y por amar. En la oscuridad, Vega brilla para que nadie llore solo. Acompaña y consuela gracias a una sensibilidad muy personal. Ella todavía está allí, iluminando la oscuridad. Como una luciérnaga de medianoche.
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