El envejecimiento es un proceso de cambio que experimentan todos los órganos del cuerpo a lo largo del tiempo. Se caracteriza por una disminución de la proliferación y viabilidad celular, un aumento del desgaste celular que, por si fuera poco, suele ir acompañado de la acumulación de mutaciones genéticas. Si nos centramos exclusivamente en la piel -el órgano más grande del cuerpo- el proceso funciona de dos formas: el envejecimiento intrínseco, por el simple hecho de vivir y la predisposición genética; y extrínseco, que se debe a factores ambientales y de estilo de vida, como el daño solar, la dieta, el estrés, la falta de sueño y, por supuesto, el tabaquismo. El humo del tabaco contiene más de 3.800 componentes, incluidos muchos hidrocarburos aromáticos policíclicos. Al menos 60 de estas sustancias son cancerígenas para los humanos.
Aunque muchos factores están involucrados en estos procesos, el principal contribuyente a estos cambios asociados con el envejecimiento es la sobreproducción de radicales libres y especies reactivas de oxígeno (ROS) y el estrés oxidativo resultante.
Los mecanismos que explican los efectos nocivos del tabaco sobre la piel son:
1. Formación de radicales libres y ROS. Por un lado, aceleran el envejecimiento normal de la piel. Los fumadores empedernidos (personas que fuman más de 50 paquetes al año) tienen 4,7 veces más probabilidades de tener arrugas que los no fumadores, independientemente de la cantidad de exposición al sol.
Además, contribuyen a la destrucción de las fibras elásticas de la piel y los pulmones, facilitando la flacidez y la aparición de enfisema pulmonar.
2. Disminución de la oxigenación y trastornos vasculares. El tabaco inhibe el transporte de oxígeno a las células, aumenta la viscosidad de la sangre y favorece la formación de placas ateroscleróticas.
3. Alteraciones de la inmunidad. Promueve el desarrollo de neoplasias y otras condiciones inflamatorias.
4. Aumento de la inflamación. Los fumadores tienen una respuesta inflamatoria más débil. La nicotina aumenta la supresión de la respuesta inflamatoria asociada con la radiación UV.
5. Trastornos de las hormonas sexuales (efecto antiestrogénico). El tabaco produce una disminución de la secreción de estrógenos. Por ello, en las mujeres fumadoras se aprecia un aspecto de la piel similar al que se presenta tras la menopausia (cuando los estrógenos descienden de forma natural).
Por todo ello, el consumo de tabaco puede provocar o agravar una serie de enfermedades y acortar la esperanza de vida. Fumar está fuertemente asociado con el envejecimiento prematuro de la piel y muchas enfermedades dermatológicas, mala cicatrización de heridas, acné, psoriasis, lupus y el desarrollo de cánceres de piel o cabeza y cuello, entre otros.
Fumar también es un factor de riesgo independiente para la aparición prematura de arrugas, incluso sin tener en cuenta la exposición solar, la edad, el sexo y la pigmentación de la piel.
La piel de los fumadores puede envejecer prematuramente entre 10 y 20 años y, aunque los efectos nocivos del humo del cigarrillo en la piel son irreversibles, se puede prevenir un mayor deterioro dejando de fumar.
¿Qué manifestaciones se pueden encontrar en la piel de los fumadores?
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El humo del cigarrillo es una de las fuentes externas más importantes de radicales libres. Además, respirar el humo del cigarrillo contrae los vasos sanguíneos, lo que reduce el nivel de oxígeno y nutrientes esenciales en los tejidos de la piel. Esto significa que la piel se arruga más fácilmente y se vuelve quebradiza. Fumar provoca una elasticidad anormal de la dermis, comparable al efecto que produce una exposición prolongada al sol.
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Los fumadores pueden desarrollar mejillas hundidas por fumar repetidamente, lo que es especialmente notable en fumadores con bajo peso, lo que da como resultado una apariencia esquelética.
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Fumar también disminuye la cantidad de agua en la capa más externa de la piel, lo que podría explicar por qué los fumadores sufren de sequedad.
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Los productos tóxicos que contiene el tabaco reducen la producción de colágeno y elastina, que proporcionan soporte y flexibilidad a la piel.
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Fumar retarda la formación de tejido cicatricial, y la causa principal es, sin duda, la reducción del suministro de sangre a la piel. Esto reduce la cantidad de oxígeno y nutrientes que llegan a la herida, lo que alarga el tiempo de curación. Dado que fumar reduce el flujo de sangre a la piel dañada, también aumenta el riesgo de infecciones posoperatorias. Debido a problemas con la formación de tejido cicatricial, algunos cirujanos piden a sus pacientes que dejen de fumar antes de someterse a cualquier operación.
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El tabaco también produce el color amarillo de la piel, dedos, uñas y dientes.
4 claves para protegerte del tabaco
1. Lo más importante: evitar el humo del tabaco (tanto de forma activa como pasiva)
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Los químicos y la nicotina en los cigarrillos desencadenan el estrés oxidativo.
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Dejar de fumar (lo antes posible) ayudará a prevenir el envejecimiento prematuro de la piel.
2. Evita la exposición a los rayos UV y utiliza protector solar
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El humo del tabaco, cuando se combina con los rayos UV, puede tener un efecto fototóxico, es decir, el tabaco aumenta los efectos nocivos de los rayos UV.
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El uso diario de protectores solares con un SPF mínimo de 30 ayudará a prevenir el envejecimiento prematuro.
3. Protégete de la contaminación
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La contaminación del aire, común en muchas ciudades, también desencadena la formación de radicales libres y empeora los efectos de la exposición al humo del tabaco, acelerando el estrés oxidativo.
4. Come alimentos ricos en antioxidantes
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Cambiar su dieta para incluir más alimentos antioxidantes puede ayudar a reducir el estrés oxidativo y prevenir el envejecimiento prematuro.
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Evita el consumo de alcohol y una dieta equilibrada rica en frutas y verduras proporciona una buena fuente de antioxidantes.
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Estos son algunos ejemplos de alimentos ricos en antioxidantes: pescado azul, aguacates, nueces, semillas de girasol, brócoli, batatas, tomates, espinacas, pimientos rojos y amarillos, té verde, arándanos, granada y chocolate negro.
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