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Una presión perfectamente ejecutada sumada a una torpeza de Verratti provocaron una nueva despedida del PSG de la élite europea. El Bayern ahogó a los franceses con esa presión que obligó a la imprudencia del centrocampista, prólogo del gol de Choupo Moting, protagonista de una velada donde los mejores atacantes no fueron, curiosamente, ni Messi ni Mbappé. Y el Bayern certificó que el proyecto catarí no tiene pasado, presente ni futuro. El dinero no siempre trae el éxito. Eso no le basta, como diría Leo, para quien la corona europea conseguida en 2015 con el Barça de Luis Enrique le está llenando cada vez más polvo.

Choupo-Mouting persiguió a Mbappé y Messi fuera de Europa, con un PSG triste posado en la cabeza de Sergio Ramos como único factor de peligro en ataque. El primer cabezazo lo despejó plásticamente Sommer y el segundo rozó el poste derecho de la portería del Bayern. Fue el único argumento parisino en una segunda parte plana que le envía, de nuevo, al sótano de la frustración, sintetizada en las dos derrotas de un despistado Verratti que provocaron los goles alemanes.

La fiesta estuvo genial. Grande y enorme porque, en realidad, no midió a dos gigantes del fútbol europeo sino que colocó frente al espejo a dos instituciones antagónicas. La tradición llena de modernidad del Bayern Munich, un club de fútbol gobernado por futbolistas, tanto en el campo como en las oficinas, frente a la modernidad hecha industria del PSG, un club estatal como denuncian los mayores, construido en un tiempo récord con la simplicidad que ofrece el dinero interminable de Qatar. Dinero estéril tras esa irresponsable salida de balón que tan bien castigó el Bayern con el 1-0.

Ni con tres centros

Y la noche de Múnich fue tan grande que todo se midió antes de que empezara el partido. Nagelsmann se guardó la carta de Mane para cuando todo se complicó mandando al banquillo a Joao Cancelo, apostando por Davies por la banda izquierda desde atrás, aguantando a su Bayern con un 4-2-3-1 de manual en el que Coman era un demonio disfrazado de un lateral derecho, mientras que Musiala flotaba por toda la primera línea.

El PSG, desprovisto de regates y del atrevimiento del lesionado Neymar, que solo tendrá la próxima temporada, se cubrió con una línea de tres centrales (Danilo Pereira-Ramos-Marquinhos) para dar vuelo a los laterales-interior-laterales simbolizados en el figuras de Achraf (derecha) y Nuno Mendes (izquierda). Todo para Mbappé, que actuó como un nueve líquido, moviéndose por todos los rincones para escapar al marcaje de Upamecano, y Messi para romper el entramado defensivo bávaro.

El partido comenzó con el respeto reverencial del Bayern por el PSG. Y del PSG al Bayern, los dos equipos encorsetados en las pizarras de sus respectivos entrenadores. Los entrenadores tenían más control que los jugadores, sin importar cuán amenazador fuera Mbappé cuando entró al área alemana con algo de peligro en los primeros 20 minutos. No es solo lo que genera cuando tiene el balón sino lo que Kilyan intimida cuando el balón lo busca.

El conjunto bávaro se mostró tímido, tan tímido que un tiro lejano de Goretzka (m. 16) atestiguó esta miserable producción ofensiva. Y el PSG empezó a dominar el partido en una acción en la que Messi remató hasta tres veces en el área bávara sin que el balón cruzara la red. Entre Davies primero, luego De Ligt y, finalmente, Sommer rompió la insistencia del astro argentino. Estas son las ocasiones en las que Leo generalmente no falla. Pero no golpeó.

Mala segunda mitad francesa

Quien acertó, y con una excelente atajada, fue Donnarumma, ágil y certero a la hora de repeler el tiro envenenado de Musiala, un talento portentoso como el giro que hizo en el área francesa ante una acción que parecía gol. Y no fue por la intervención precisa del portero italiano. El problema es que el plan defensivo del PSG se complicó cuando Marquinhos sufrió su lesión, lo que le obligó a pedir el cambio tras media hora de un partido lleno de deliciosos matices tácticos.

Aunque al final Sommer se enredó con el balón en los pies de tal forma que acabó en Vitinha. Disparó sin portero. Disparó sin tutor. Era el gol. O gol. Pero el remate del centrocampista portugués se encontró con el milagroso despeje de De Ligt. Una acción que encendió el Allianz Arena, calmó a Sommer, se libró del ridículo histórico y consagró al central holandés, que lo celebró con la grandeza que merecía su aparición.

En la segunda mitad, y con el gol anulado a Choupo-Moting por una posterior interferencia de Müller, el Bayern amaneció en un córner del PSG más cerca de Donnarumma que de Sommer. Mal augurio para los franceses, derrotados en una segunda parte catastrófica que les alejó de Europa. Un año más. Otro más.

Cuando el equipo de Galtier quiso reaccionar, ya era demasiado tarde. Como siempre. Acabó con Ramos como delantero centro, incapaz en 180 minutos de marcar un gol para el Bayern. Horrible.

Ficha técnica:

2 – Bayern Múnich: Sommer; Stanisic, Upamecano, De Ligt, Alphonso Davies; Goretzka, Kimmich; Coma (Gnabry, min.86), Müller (Cancelo, min.86), Musiala (Mané, min.82) y Choupo-Moting (Sané, min.68).

0 – PSG: Donnarumma; Danilo, Sergio Ramos, Marquinhos (Mukiele, min.36; Bitshiabu, descanso); Achraf, Vitinha (Ekitike, min.81), Verratti, Fabián Ruiz (Warren Zaire, min.76), Nuno Mendes (Bernat, min.82); Mbappé, Messi.

Goles: 1 – 0, min 61, Choupo-Moting. 2 – 0, min 90, Gnabry.

Árbitro: Daniele Orsato (ITA). Reprendió a Achraf (min.95) en el PSG.

Estadio: Allianz Arena.

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