Jaime de Olano es diputado del PP por Lugo y hace unos días recibió en su despacho del Congreso a un obispo de la Iglesia ortodoxa rumana. Un amigo lo llamó y le pidió que se reuniera con él. De Olano admite en una conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, que nada más concertar la entrevista se preguntó qué podía hacer un tipo como él por un obispo rumano. El obispo fue al Congreso, se reunieron, presentó un tema fiscal relacionado con la religión y el diputado popular tomó nota. Y algo muy importante: Su Señoría se enteró de algo de lo que no tenía ni idea.
Gabriel Rufián, portavoz de ERC en la Cámara, ya está inmerso en la campaña electoral para la alcaldía de Santa Coloma. Escuchando y hablando con cientos de ciudadanos. Pues si quieres inhalar algo, porque si no sales y sientes el ambiente de bares, plazas y mercados, nada te conviene. Lo hace a menudo, lo afirma.
Así que cuando no se viste de candidato se viste de diputado, y con el atuendo de diputado por Barcelona, portavoz de ERC y titán mediático, acudió hace unos días a la Universidad Carlos III de Madrid y compartió unas horas con cerca de 300 estudiantes.
Fue una experiencia que le dio «esperanza», dice durante la entrevista con este medio. Rufián es de los que piensa que el discurso y la historia de la extrema derecha calan en estratos sociales que, no hace tanto, sólo creían en la izquierda. La idea de que “todos los políticos son iguales” impregna el imaginario de los barrios populares, donde la decepción y el escepticismo se transforman en abstención y votos contra el sistema. “Hay muchos ratones que votan por los gatos”, dice. “La derecha no defiende los intereses de la clase obrera”, añade.
Iba con miedo a la universidad, como no ir así como es el patio. Pero también fue con respeto. Encontró la experiencia más que gratificante al final cuando notó «la comprensión de que el mundo puede cambiar». Y así su esperanza.
El portavoz de ERC, como casi todos los de su grupo, pasa sus días fuera del Congreso, fuera de Madrid, involucrándose en actos cívicos, en seminarios, debates, conferencias, mítines. Pilar Vallugera, hace aproximadamente un mes, estuvo en Abrera, un humilde municipio de Barcelona donde residen muchos trabajadores de SEAT. ¿De que hablabas? Vivienda y efectos de la ley sí es sí, responde.
Precisamente las preguntas que, en ese momento, rondaban con más fuerza los pasillos del Congreso. Las preguntas que más volumen han dado al debate político. ¿La música de lo que pasa en el dormitorio llega al exterior? Una decena de asistentes y suplentes relatan sus impresiones y experiencias.
Lo que escuchamos en el Congreso y lo que escuchamos en el bar
Elvira Ramón, diputada del PSOE por Granada, dice que «el Congreso no es una burbuja aislada». “Está formado por personas con los mismos problemas que todos los demás. Pagamos nuestra hipoteca, compramos, llevamos una vida normal. No somos extraterrestres”, dijo.
La percepción varía según a quién se le pregunte, porque en política, como en todo, importa hacia dónde se mire. Observar el ejercicio parlamentario de la mayoría que promueve leyes es una cosa. Mirarlo desde la minoría que no hace triunfar ninguno de sus estandartes es otra.
Pedro Navarro, representante del PP de Zaragoza, pieza clave en la campaña electoral de Jorge Azcón a la presidencia de Aragón, que le obliga a ceñirse a la capa emocional de los ciudadanos, hace una interesante reflexión: “La agenda ideológica del Gobierno de Le, la inflación, sus consecuencias, todo hace que lo que escuchas en el Congreso y lo que escuchas en el bar suene más parecido que nunca”, dice.
Sara Giménez, diputada de Cs por Huesca, ofreció nada más sentarse por primera vez en el escaño que haría todo lo que estuviera en su mano para acercar a su rutina las inquietudes y demandas de los ciudadanos.
Tres años después, cree que «hay una distancia entre las necesidades reales del pueblo y el trabajo parlamentario». Muchos debates, añade, “están fuera de las preocupaciones cotidianas de la gente, que son el empleo, el fin de mes, el alquiler…”. A Giménez no le gustan estas discusiones ideológicas. Es como si la Cámara se convirtiera en otro planeta. A veces le dicen “a ver si puedes influir más, Sara, para que lleguen a acuerdos y dejen de divertirse”, según sus palabras.
María Muñoz, compañera de banda, en declaraciones a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, es categórica: “Las preocupaciones sociales son la política, la economía, la sanidad y la educación. El primero son los políticos porque no hablan de lo que importa y los otros tres… Pues dime cuánto debate ha habido en el Congreso”.
Historia versus verdad
Giménez recuerda que en una reunión reciente le preguntaron por la esterilización forzada de mujeres, que está prohibida por la ley, y si algo así era posible en España hasta hace relativamente poco tiempo.
Esto nos lleva a la información y, por extensión, a los medios de comunicación. El diputado del BNG, Néstor Rego, cree que «los grandes medios se enfocan en las prioridades y agendas de los tres o cuatro principales partidos a nivel estatal», lo que relega las demandas de los grupos más pequeños.
El gallego no se rinde y mucho menos la voz. Es uno de los que suele pelear en el Congreso los martes para conseguir al menos algo de atención para sus ruedas de prensa. No es fácil. Pero gracias a las redes, y sobre todo gracias a que trata temas directamente relacionados con la realidad de los gallegos, comprueba que «las posiciones del BNG son conocidas en Galicia y muchas veces compartidas».
No hay un discurso que pronuncie en el que no brille un problema en su comunidad autónoma, la profusión de torres eólicas, por ejemplo. Rego quiere regular esto porque el paisaje gallego y su propia sociología están sufriendo este “boom del viento”.
El diputado Jordi Salvador, de ERC, es más escéptico. “A veces, cuando termino el día y reviso lo que dicen los medios y las redes, veo un abismo con lo que viví en el Congreso”, advierte. Su tesis invita a la reflexión. «La historia es más importante que la verdad. Lo vemos con la reforma laboral», a la que suele criticar porque no es una vuelta completa al modelo anterior a la llegada del Gobierno de Mariano Rajoy en 2011-2012.
Uxía Tizón, diputada del PSOE por Ourense, ha sido víctima de una desinformación, ha dicho en un escrito a este medio. Asegura que las «fake news» lamentablemente van en aumento, y cuando viaja a su país para informar sobre los logros de su grupo parlamentario y del Gobierno se topa con «falsas ideas» sobre lo que se ha hecho o, directamente, con una ignorancia sorprendente. Solucionarlo es «uno de los problemas pendientes», subraya.
Su compañera de banquillo, Elvira Ramón, está de acuerdo. “La gente está menos informada de lo que piensas. Me dijeron ‘tienes que cambiar eso’ cuando ya está aprobado el cambio”, recuerda. Para la diputada socialista por Granada, una de sus principales tareas es «informar al público en la calle, cara a cara». Tizón precisa: “Es muy importante que cada uno hagamos pedagogía en nuestros territorios, en acciones en la calle”.
vive como la gente
También de Zaragoza, como Navarro, Noemí Villagrasa. Representa al PSOE. Su visión de la conexión entre el Parlamento y la realidad es benigna. “Pese al ruido y al intento de deslegitimar las instituciones y ridiculizar al Parlamento de extrema derecha, hay que entender que en el Congreso pasan muchas cosas que afectan el día a día de las personas y no les son ajenas”, dijo. a este medio.
La moción de censura de Vox con Ramón Tamames como candidato, una iniciativa para derrocar al Gobierno condenada al fracaso incluso antes de registrarse, es la manifestación más reciente de esta polémica sobre la utilidad del Congreso en el día a día de España. Durante dos días la Cámara se involucró en un debate legislativo absolutamente inútil.
Hubo efectos políticos, sin duda, pero apuntan con el dedo a sondeos y sondeos y cálculos electorales, que no son cosas que no ayuden a la gente a llegar con 100 euros más a final de mes o que ayuden a reforzar los derechos sociales. minorías.
Pero para la mayoría de los diputados consultados, aunque ruidoso y controvertido, se trató de un procedimiento excepcional y aislado.
Villagrasa recuerda aquellos días de diálogo frecuente con los agricultores de su localidad para informarles de los avances de la PAC y, más concretamente, de la enmienda que protegía la quema de rastrojos. Rufián destaca cómo trata, antes de cada discurso, de eliminar «el desorden» y de utilizar un lenguaje que la gente entienda. Giménez pide sólo eso: palabras inteligibles. De Olano valora la importantísima labor de los diputados en las comisiones, pues facilita la especialización y hasta la anticipación. Y Tizón elogia el “trabajo profundo de escucha de colectivos y miembros de la sociedad civil que ayudan a conocer de cerca las preocupaciones y problemáticas de los diferentes sectores”.
Trabajar con la gente es esencial para legislar. Pero este no es el punto de partida. El punto de partida es vivir con la gente. Vive como la gente. Dice Villagrasa: “Ser parlamentario no te quita el de ciudadano, el de militante, el de activista, el de vecina, el de madre. Compro pan en la tienda de siempre y ceno con mis amigos de siempre”.
Como Rufián, que sigue moviéndose por su barrio de niño y sigue reuniéndose con amigos de antes de ser un tipo que solo necesita unos minutos para que sus tuits sumen 1.000 likes.
No olvidar de dónde vienes es fundamental para saber a dónde vas, o sueles. Esto, para los diputados, es de suma importancia porque, al fin y al cabo, son ellos quienes hacen las leyes que nos forman como sociedad.
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