Una manada de elefantes ve a uno de sus bebés atrapado en un canal. Entre los animales, hay un alboroto: el pequeño está boca arriba y no puede darse la vuelta por sí solo. Su madre camina de un lugar a otro buscando la manera de liberar a su pequeño de este lío. La escena es observada por una leona hambrienta que espera que el grupo se rinda. El elefante bebé sopla en su trompa con angustia, su madre lo mira desesperada. El resto de la manada la insta a dejar atrás al cachorro y escapar de la leona. La madre duda, pero no lo deja. Después de varios intentos, encuentra la manera de liberarlo: empuja su cuerpo desde atrás para que pueda sentarse. El elefante bebé se salva y la leona se quedará sin cenar.
Esta escena, captada por las cámaras del canal «El Dodo», es un ejemplo del sentido de convivencia que han desarrollado los elefantes a lo largo de siglos de evolución. Este no es el único comportamiento que muestra el esfuerzo de los elefantes por vivir en una sociedad cívica. También han sido grabados consolando a un miembro angustiado de su comunidad o reconociendo y llorando a sus muertos.
Sin rastro de violencia anterior
En el ADN de los elefantes no parece haber rastro de la violencia que caracterizó a sus ancestros y esto ha llamado la atención de los científicos. Y después de un extenso estudio, se concluyó que los elefantes se habrían domesticado, al igual que los humanos, para vivir en una sociedad más amable y estructurada.
El proceso de domesticación es un fenómeno por el cual los animales salvajes desarrollan rasgos similares a los de los animales domésticos, como perros o gatos. Y hay rasgos distintivos para reconocer esta domesticación. Por ejemplo, se distinguen por el desarrollo de una personalidad más dócil o rasgos corporales típicos de los bebés: cabezas grandes y ojos saltones, por ejemplo. Pero eso no es lo único. Las mascotas también tienden a desarrollar cerebros más pequeños que los animales salvajes, lo que sucede en perros, gatos o cerdos.
Sin embargo, los resultados publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences irían más allá, ya que muestran por primera vez que los elefantes habrían adquirido estas características por sí solos, sin ayuda ni interacción con los humanos. Esta es una circunstancia muy rara, que solo ha ocurrido con otros dos animales conocidos: los bonobos y los propios humanos.
Perros o gatos fueron domesticados a través de la interacción humana, pero nadie (aparte del hombre mismo) sabía cómo domar al hombre. Durante los últimos 80.000 años, nuestros rostros se han acortado, mientras que nuestras cejas y cerebro se han encogido. Son cambios que se aceleraron hace unos 10.000 años, precisamente después de la invención de la agricultura. Se cree que esto sucedió porque, en este entorno, los machos tenían que cooperar, expulsando a los más agresivos por pura selección natural. Gracias a esta autodomesticación, dicen los expertos, los humanos tenemos una infancia prolongada, tenemos preferencia por las personas más tranquilas (sobre las agresivas) y somos capaces de comunicarnos y compartir ideas complejas con el lenguaje.
Con los bonobos, los parientes más cercanos de los humanos, sucedió algo similar. Aunque también están emparentados con los chimpancés, los bonobos son mucho menos agresivos, tienen rasgos faciales más tersos y redondos, y son capaces de expresar amor, no solo para aparearse, sino también para hacer el amor entre amigos o apaciguar conflictos sociales. En este caso, los humanos tampoco tenían nada que hacer. Los expertos creen que la selección natural y la abundancia de alimentos crearon gradualmente esta sociedad más pacífica.
19 rasgos comunes con los humanos
Pero encontrar otras especies que hayan seguido el mismo camino es muy difícil. Solo las tres especies de elefantes (elefantes africanos de sabana y de bosque, así como los elefantes asiáticos) mostraron características identificativas de domesticación. Estas especies también muestran bajos niveles de agresión y violencia, así como una «mayor prosocialidad», esforzándose por proteger y consolar a los demás.
Y al igual que los humanos, sus niveles de cortisol, la hormona responsable del estrés, aumentan cuando los elefantes se enfrentan a situaciones socialmente desafiantes, como la caza furtiva o la matanza selectiva. En total, los investigadores documentaron 19 rasgos cognitivos, conductuales y fisiológicos comunes a humanos, bonobos y elefantes, pero no a otras especies.
Además, al profundizar en el genoma de los elefantes africanos, los investigadores encontraron 674 genes que parecen haber evolucionado más rápido de lo normal. Compararon estos genes con un conjunto de 764 genes relacionados con la sociabilidad y el manejo de la agresión, características intrínsecas de la domesticación. La conclusión fue que la mayoría de los 674 genes estaban asociados con la domesticación.
Encontrar la razón de este comportamiento.
Los investigadores proponen varios factores que podrían haber desencadenado esta autodomesticación. En primer lugar, aluden a la existencia de entornos seguros. La ausencia de depredadores -no tienen que luchar con otros animales para su supervivencia- y la gran disponibilidad de alimento -debido a su dieta herbácea y generalista-, les permiten dedicar más tiempo a las interacciones sociales. Otra posibilidad es que el ambiente haya sido tan duro que se haya fomentado la cooperación entre iguales en los núcleos sociales.
“Aunque algunas de estas explicaciones son más probables que otras, todas pueden haber sido impulsores potenciales de esta sociabilidad del elefante”, explican los signatarios.
Este estudio es, según los investigadores, un shock para el campo de estudio. «Étant donné que l’ancêtre commun le plus récent des humains et des éléphants est probablement l’ancêtre commun le plus récent de tous les mammifères placentaires, nos découvertes ont des implications importantes pour l’évolution convergente au-delà des primates», révèlent -ellos.
Además, insisten en que el hecho de que los rasgos de autodomesticación se desprendan casi automáticamente de una reducción en la agresión reactiva sugiere que este rasgo puede estar más extendido de lo que se pensaba y que podría ocurrir en otros animales, entre los que sugieren delfines, ballenas, etc. . o loros.
Sin embargo, otros científicos creen que se necesitará más trabajo antes de determinar que los elefantes pertenecen inequívocamente a este club exclusivo.
Estudio de referencia: https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2208607120
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