‘Networking’, ‘fake’, ‘ranking’… ¿Por qué usamos tantos anglicismos en España?

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«¿Una llamada con el gerente para hacer networking?». Lo que hace unos años nos hubiera sonado completamente a chino, hoy es habitual escucharlo en muchas oficinas. El uso mundial del inglés ha llevado a la lengua de Shakespeare a colonizar otras lenguas como el español, el francés o el italiano. A través de la radiodifusión, los medios de comunicación o los contactos profesionales con otros países, muchos términos en inglés han reemplazado a otras palabras nativas en las conversaciones, muchas veces sin necesidad aparente.

Selfi, online o software se han abierto camino en nuestro diccionario mental (y también físico). La Real Academia Española (RAE), encargada de recoger el uso habitual del castellano, asume que los extranjerismos no son «rechazables en sí mismos», pero trata de limitar su incorporación a nuevas necesidades expresivas. Ante nuevas palabras asumidas íntegramente de otro idioma, la organización siempre recomienda anteponer otras opciones típicas del español.

Aunque los más jóvenes son los principales promotores del uso de los anglicismos, no se trata exclusivamente de un fenómeno adolescente ni de la fuerte influencia de Internet en la lengua. “El perfil de quien utiliza anglicismos innecesarios está más ligado al entorno laboral o de ocio en el que se desenvuelve que a la edad”, explica Antonio Miguel Nogués, catedrático de Antropología Social de la Universidad Miguel Hernández. Así, podemos encontrar espacios como empresas multinacionales donde las extranjerismos son el pan de cada día.

Palabras extranjeras necesarias o reemplazables

Los avances tecnológicos han traído nuevos conceptos a nuestras vidas: tweet, hacker o cederrón son palabras sin su correspondencia previa en español, por lo que hubo que adaptarlas para definir conceptos inexistentes. Este spanglish suele ser inevitable, pero los estudiosos del idioma apuestan por elegir la opción adecuada.

El Diccionario Panhispánico de Dudas diferencia entre extranjerismos necesarios o difundidos y extranjerismos superfluos o innecesarios. Para la RAE, sería esto último lo que habría que evitar y sustituir por palabras equivalentes en nuestro idioma, para no menospreciar la riqueza del español.

La lucha de los académicos contra las palabras extranjeras ha estado ocurriendo durante mucho tiempo. Ya en 2016, la RAE había impulsado una campaña publicitaria «Solo hay una lengua materna», en la que reivindicaba el uso del español en los anuncios frente a la proliferación de anglicismos en la publicidad. «Todos felices, no… lo siguiente: felices», fue el mensaje final.

¿Por qué usamos tantos anglicismos?

Ignorancia del término en castellano, operatividad, pereza intelectual, pretenciosidad… Son varios los motivos por los que nuestra lengua está cada vez más plagada de anglicismos. Según Nogués, no hay una causa única, sino que depende del contexto: no es lo mismo utilizar extranjerismos en un campo de investigación académica (bastante común), que en informática (prácticamente obligatorio) o en el mundo de la moda (un poco pedante). ).

En términos generales, para el profesor, la razón principal sería la pereza. Principalmente recurrimos a los anglicismos para ahorrarnos el “trabajo intelectual” consistente en recurrir a nuestros propios recursos lingüísticos para designar “un mundo que nos supera”. “Estamos inmersos en un ritmo tan frenético que no hay tiempo para la reflexión lenta para concienciar”, añade.

Además, Nogués señala que la sustitución de estos términos en nuestro diccionario habitual no afecta a la realidad ni abarca a ningún grupo minoritario, en contra del objetivo del lenguaje inclusivo. “Prohibir términos como correo o boletín no va a causar una debacle social porque no invisibiliza a ningún grupo. La lucha contra el colonialismo cultural lingüístico no está de moda ahora”, dice el profesor.

La preponderancia del inglés, ¿un problema global?

El uso excesivo de anglicismos no es un problema que solo atañe a España. Mientras que en Francia las instituciones públicas y la mayoría de los medios de comunicación son conscientes del papel de su lengua en el panorama internacional, en Italia el tema ha saltado a la agenda política. Diputados cercanos al primer ministro, el ultraderechista Giorgia Meloni, han presentado un proyecto de ley que propone castigar con multas de hasta 100.000 euros a cualquier empresa, universidad o funcionario público que utilice palabras que no sean en italiano.

El objetivo, según los impulsores de esta iniciativa legislativa, es construir “una barrera contra la difusión de términos extranjeros”. Su intención última es reducir el número de palabras extranjeras (especialmente anglicismos) bajo el supuesto de que su lengua materna puede «colapsar» y «desaparecer gradualmente», porque «la globalización y el monolingüismo estereotipado son un peligro para las lenguas locales».

Esta polémica propuesta patriótica de diputados defendiendo su lengua materna choca en el país transalpino con el uso de anglicismos en el ámbito político, pues ya existe un partido político llamado Italexit e incluso el gobierno cuenta con un Ministerio de Comercio y Made in Italy.

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